Entre durmientes (Cuentos de Humberto Costantini) con historias y música que habitan en un andén de trenes y un bar. La mirada de Humberto Costantini nos acerca a personajes que suelen pasar inadvertidos, nos detiene a observar sus vidas en lo cotidiano y en su poesía.
Funciones: Domingos 18hs – Teatro Anfitrión. Venezuela 3340- CABA.
Con música original compuesta para dúo de guitarras e interpretada en escena, tres actores recrean los relatos y personajes de “La visita”, “El cielo entre los durmientes” y “El 42 y las lentejuelas”.
Textos: Humberto Costantini
Música original: María D´Adamo y Matías Bulgarelli
Elenco: Mucio Manchini, Catherine Biquard, Marcelo Sein, María D`Adamo y Matías Bulgarelli
El diseño de iluminación es de Francisco Varela
La escenografía fue diseñada por Guillermina Schauman y realizada por Norma Kichy Gatti
Adaptación y dirección, Guillermina Schauman
Breve síntesis de los cuentos:
“El cielo entre los durmientes”: un hombre recuerda las aventuras que compartía en su infancia con su amigo Ernesto durante las horas de la siesta en verano. Describe en detalle el clima del lugar, las calles calurosas, sus plantas e insectos y también la compañía de su amigo, el vínculo entre ellos y cómo se desafían mutuamente y juntos atraviesan el peligro hasta el final.
“La visita”: Noemí está anhelando y organizando un encuentro con otra mujer que ocurrirá en los próximos días. De a poco, vamos descubriendo que tanto ella como su amiga son dos mujeres que no tienen casa donde vivir y que lo han perdido todo. Duermen en estaciones de trenes, atraviesan dificultades y carencias pero descubren en el vínculo que establecen, la posibilidad de volver a experimentar algo cercano a la dicha.
“El 42 y las lentejuelas”: un hombre prepara minuciosamente un trabajo artesanal que le han encargado. Se trata de una corbata llena de lentejuelas, brillos y colores, de esas que se cuelgan (o colgaban) en los colectivos junto a los espejos. El hombre comenzó a dedicarse a esta labor para ganarse la vida luego de resultar rengo por un accidente. Trabaja con absoluta entrega, atendiendo cada detalle, pasando noches sin dormir para mejorar la composición. Sin embargo, sabe bien que el colectivero no valora el trabajo que le encargó y soporta luego el desprecio en el momento en que se lo entrega. Existe, a pesar de todo, el viejo Tomás, un hombre que hoy limpia los colectivos y que en su juventud pintaba telones de teatros. Y es a él a quien en realidad quiere encontrar en el bar, mostrarle su trabajo, compartir el gusto por la belleza y la honestidad.
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