Estornudamos, nos pica la piel, sonamos nuestra naríz. tosemos, tenemos carraspera, y un sinnúmero de gestos que nos molestan a esta altura de la estación, es que estamos transitando la primavera y estos síntomas ya forman parte de las escenas típicas de la City Porteña.Por ello los Doctores Vanessa Rodríguez García y el Dr. Javier Subiza Garrido-Lestache analizan los casos sobre la Alergia primaveral: ¿qué son los pólenes y cómo evitarlos?
¿Qué es la polinosis?
Conocemos como polinosis la sintomatología causada por la sensibilización clínica a los alérgenos presentes en los pólenes. Dicha sintomatología consiste en una rinoconjuntivitis que en un 40% de los casos cursa además con asma.
El médico inglés John Bostock fue el primero en describir la enfermedad en 1819 (él mismo la padecía); en los años 1819-1828 tan sólo pudo encontrar 28 casos más de este raro proceso en toda Inglaterra. Posteriormente, diversos estudios epidemiológicos realizados en Europa han ido demostrando un progresivo y sorprendente incremento en su prevalencia, que era un 0,8% en 1926, un 11,2% en 1994, y de hasta 20% en la actualidad, llegando incluso hasta un 30% si lo limitamos a la población escolar de 13-14 años de grandes ciudades como Londres. Es decir, hemos pasado de una rara enfermedad al trastorno inmunológico más frecuente en el ser humano hoy en día.
Los factores que se barajan como causa de este dramático incremento son principalmente la falta de exposición a gérmenes durante la temprana infancia (hipótesis de la higiene) y el cambio cualitativo de la polución atmosférica en los países desarrollados.
¿Por qué se llama fiebre del heno a la polinosis?
Como se ha mencionado anteriormente, John Bostock médico de profesión, padecía en época primaveral una sintomatología consistente en rinoconjuntivitis y asma, y pensó que la causa de sus males eran las emanaciones que fluían de la hierba seca con la que se nutría el ganado (conocido como heno). En aquella época, el término fiebre se empleaba para designar cualquier proceso anormal del cuerpo humano, ya fuera febril o afebril, razón por la que Bostock denominó a este proceso fiebre del heno. El término, aunque erróneo, sigue utilizándose en nuestros días tanto por profanos como por especialistas. La forma correcta
para designar este cuadro médico es, como se ha dicho previamente, polinosis.
¿Cuál es la causa de la fiebre del heno?
Bostock describió la enfermedad, pero fue otro médico inglés, Charles Harrison Blackley, quien publicó en 1873 (más de medio siglo más tarde) que la causa de dicha enfermedad eran los pólenes, y no el heno, demostrando mediante el estudio microscópico de los granos de polen de gramíneas, la relación entre su presencia atmosférica y la aparición de los síntomas (de hecho, él también padecía de polinosis). Por tanto, se puede considerar a Blackley como el padre de la ciencia que estudia los pólenes atmosféricos (aeropalinología).
Del mismo modo, descubrió las pruebas cutáneas, al describir la aparición inmediata de eritema y lesión habonosa en una zona de piel previamente escarificada (arañada con una aguja), tras el contacto con pólenes de gramíneas. Gracias a este descubrimiento, se reconoció la fiebre del heno como una enfermedad alérgica de hipersensibilidad inmediata, mediada por uno o varios factores séricos que llamaron reaginas.
Posteriormente, en 1966, se demostró que los anticuerpos reagínicos correspondían a una inmunoglobulina diferente a las conocidas hasta la fecha (IgG, IgA, IgM) y se la denominó inmunoglobulina E (IgE). Esta demostración fue llevada a cabo de manera casi simultánea por un matrimonio de investigadores japoneses afincados en Estados Unidos (Teruko y Kimishige Ishizaka) y unos investigadores suecos (Johansson y Bennich). Comprobaron que a diferencia de la población normal, los pacientes alérgicos al polen presentaban altas concentraciones de IgE, y que dichos anticuerpos estaban dirigidos contra glicoproteínas que se encuentran en el interior de los granos de polen. Por tanto, son los anticuerpos IgE los causantes de la enfermedad.
¿Puede cualquier persona sufrir polinosis?
No todo el mundo puede sufrir de polinosis. Fundamentalmente, el riesgo de desarrollar la enfermedad viene dado por la conjunción de factores genéticos (disposición atópica heredada) y ambientales (una exposición a pólenes alergénicos; que, como se verá más adelante, no todos lo son).
Los síntomas de polinosis pueden aparecer a cualquier edad, aunque el inicio suele ser más frecuente en la infancia y en la juventud. Una vez que aparecen los primeros síntomas clínicos, éstos tienden a persistir indefinidamente en el tiempo, e incluso a agravarse (entre un 30-60% de los pacientes puede terminar desarrollando asma bronquial). No obstante, un pequeño porcentaje de pacientes (8%) puede presentar remisiones clínicas espontáneas, es decir, deja de tener sintomatología. La severidad de las manifestaciones clínicas depende de la cantidad de polen liberado y de la exposición del paciente a él durante la estación polínica específica; por tanto, puede variar de año en año.
La mayoría de los pacientes, especialmente a partir de la cuarta o quinta década de la vida, van experimentando una lenta remisión de los síntomas, aunque tampoco se produce en el 100% de los casos.
¿Cómo saber si los síntomas son de catarro o de alergia?
La sintomatología alérgica es muy similar a la producida por los cuadros infecciosos virales (catarros), y consiste en afectación nasoocular (estornudos en salva, picores en la nariz y en los ojos, enrojecimiento ocular, lagrimeo, hidrorrea y congestión nasal) y ocasionalmente tos y asma.
Penachos pilosos del chopo, que transportan las semillas. Aparecen en mayo, coincidiendo con el comienzo de la polinización de las gramíneas; sin embargo, al contrario que ellas, no producen ningún tipo de alergia. (Créditos, F. 25)
Generalmente en los cuadros víricos no se produce conjuntivitis y pueden presentar fiebre; en cuanto a la tos, suele acompañarse de expectoración; sin embargo, en la polinosis casi siempre hay conjuntivitis (ojos rojos con picor ocular), no aparece la fiebre y la tos es seca, acompañándose en ocasiones de autoescucha de sibilancias (leve pitido producido con la inspiración y/o espiración) y disnea (fatiga) de predominio nocturno.
Del mismo modo, cuando un paciente sufre de esta sintomatología rinoconjuntival y/o bronquial, principalmente durante los días soleados, con mejoría los días de lluvia y empeoramiento cuando hay viento —especialmente si permanece en espacios abiertos—, es muy probable que sufra una polinosis (fiebre del heno). Si los síntomas se repiten siempre en la misma época del año, el diagnóstico es más que probable.
¿Es la pelusa blanca que aparece en primavera la causante de los síntomas?
Con la llegada de la primavera, las calles se llenan de una especie de pelusa blanca, que la gente comúnmente reconoce como polen, ya que con su aparición, los pacientes polínicos comienzan con sintomatología alérgica (estornudos, prurito nasoocular, obstrucción nasal, lagrimeo, hidrorrea, asma, etc.).
Esta afirmación es completamente errónea, ya que las partículas de polen son microscópicas (su tamaño oscila entre 2,5 micras y 250 micras; una micra es la milésima parte de un milímetro), y por tanto invisibles al ojo humano. Se precisa un microscopio para poder observar esas partículas.
Dicha pelusa realmente es una especie de algodoncillo blanco (llamado vilano) que envuelve las semillas del chopo (Populus), con el fin de hacerlas volátiles y facilitar de este modo su dispersión para colonizar nuevos ambientes. Tanto las semillas como el vilano que las recubre son inocuos para el ser humano.
Los síntomas que los pacientes polínicos presentan en esta época del año se deben al polen de las gramíneas, que como se acaba de comentar, no es visible a nuestros ojos, y cuya polinización coincide en el tiempo con la dispersión de las semillas del chopo envueltas en el vilano.
¿Qué es el polen?
Los pólenes son unos granos de pequeñísimo tamaño (más pequeños que la punta de un alfiler), producidos por el aparato reproductor masculino de las flores, y que llevan en su interior células espermáticas. Su función consiste en el transporte de dichas células hasta el aparato reproductor femenino de otras flores, a fin de producir la fecundación, con posterior formación del fruto, logrando, por consiguiente, asegurar la supervivencia de las especies vegetales.
Obsérvese el polvo amarillo sobre la hoja, que corresponde al polen desprendido desde el aparato reproductor masculino de su flor.
Como se ha dicho previamente, el polen tiene un tamaño variable, la mayoría entre 20 y 40 micras, y cuando se encuentra disperso en el aire es invisible al ojo humano, para verlo es necesario un microscopio; pero hay que tener en cuenta que una sola planta puede producir miles y miles de granos de polen, cuyo aspecto, cuando se ve amontonado (como puede ser en el interior de las flores u hojas circundantes), es el de un polvillo amarillo.
No todas las plantas polinizan al mismo tiempo (aunque la mayoría lo hacen en primavera-verano); por tanto, los niveles de polen de cada una aumentarán dependiendo de la época del año, y serán imperceptibles el resto de los meses (si se trata de polinización estacional, no así en la perenne). Por este motivo, no
todos los pacientes polínicos presentan sintomatología los mismos meses del año.
¿Todas las plantas pueden producir polinosis?
No. Todas las plantas polinizan, pero sin embargo, no todas producen polinosis.
La polinización se puede producir de dos maneras (aunque muchas plantas tienen una forma de fecundación mixta), con arreglo a las cuales se pueden clasificar las plantas en:
Entomófilas (del griego entomos: ‘insecto’): polinizan a través de los insectos. Se caracterizan por tener flores de colores vivos, con pétalos vistosos y por ser aromáticas, características que utilizan para atraer la atención de los insectos. Su polen suele ser pegajoso, para adherirse a las patas del insecto que se posa en ellas, de modo que cuando éste se pose en otra flor, deposite en ella el polen que lleva pegado. El 80% de las plantas pertenecen a este grupo; entre ellas: las rosas, los claveles, las hortensias, los geranios, etc.
La amapola posee flores muy vistosas para llamar la atención de los insectos (polinización entomófila).
Anemófilas (del griego Anemos: ‘viento’): polinizan a través del viento. Suelen ser plantas que carecen de flores vistosas (no tienen que atraer a los insectos), y como se sirven del viento, sus granos de polen suelen ser más pequeños y numerosos, facilitando así que vuelen lejos (aerovagantes), favoreciendo la fecundación a distancia de otras plantas de su especie. Claro ejemplo son las hierbas que crecen en los márgenes de las carreteras.
De modo que es sencillo comprender que sólo las plantas anemófilas sean las que contribuyan a la carga atmosférica de pólenes que de forma inadvertida podemos respirar. Por el contrario, las plantas entomófilas, al no verter el polen al aire, difícilmente pueden producir ninguna alergia respiratoria.
La forma de polinización de las plantas anemófilas justifica que la sintomatología que presentan los pacientes con polinosis sea fundamentalmente respiratoria (rinoconjuntivitis y/o asma), ya que ésta es la vía por la que el individuo entra en contacto con el polen. Del mismo modo, también explica que sea en los días de viento cuando el paciente acuse más la sintomatología y, por contra, que cuando llueve, mejore (ya que se limpia la atmósfera y los granos de polen se depositan en el suelo con el peso de la lluvia).
¿Cómo saber qué pólenes producen alergia en cada paciente?
En España hay más de diez tipos de pólenes que pueden provocar polinosis epidémicas. Si un paciente presenta la sintomatología descrita, debe acudir al especialista en Alergología, que le someterá a una serie de pruebas (cutáneas y/o de otro tipo) para confirmar su enfermedad, y le explicará si los síntomas son producidos porque ha desarrollado alergia a uno o varios pólenes.
La Dactylis glomerata (gramínea) no presenta flores vistosas, ya que no necesita llamar la atención de los insectos, pues su polinización se efectúa a través del aire.
La aparición de los síntomas en el paciente está en función de la presencia atmosférica del polen o los pólenes a los que está sensibilizado en su lugar de residencia. Dependiendo de la región en la que viva, los pólenes predominantes serán diferentes: así, por ejemplo, los pacientes residentes en Madrid o Barcelona, y que son alérgicos a los pólenes de las arizónicas y cipreses (cupresáceas), desarrollarán sus síntomas en los meses que van de enero a marzo; los alérgicos al plátano de sombra (Platanus hispanica) los desarrollarán entre marzo y abril; los que lo sean al polen del olivo o parietaria, o gramíneas, de abril a julio, y los sensibles a los pólenes de Chenopodium (una maleza), entre julio y septiembre.
El polen predominante y que más sintomatología ocasiona en España es el de las gramíneas (hierbas), y el mes de máxima incidencia, mayo.
¿Se puede ser alérgico a más de un tipo de polen?
Sí. Aproximadamente el 50% de los pacientes polínicos del norte de España y más del 80% de los residentes en el centro y sur son alérgicos a más de un tipo de polen. Por ejemplo, en Madrid es muy frecuente la alergia múltiple a cupresáceas más gramíneas, lo que condiciona una sintomatología multiestacional de enero a julio. En Buenos Aires, el problema tiene a complicarse a partir de Agosto o Septiembre, al comienzo de la primavera.
¿Por qué cada vez hay más pacientes alérgicos?
David Strachan propuso en 1989 la denominada hipótesis de la higiene, según la cual, la creciente incidencia de la enfermedad alérgica en general se relacionaba con la exposición disminuida a los gérmenes. Según Strachan, esta disminución a la exposición de agentes virulentos se debía al aumento de la higiene personal, a la disminución del tamaño familiar y al contacto más limitado con animales; de ahí que razonase que ser dueño de una mascota, vivir en granjas, asistir a guarderías o tener hermanos ayudaban al sistema inmune a adaptarse apropiadamente, de forma que no reaccionara con desmedida al estímulo ambiental.
De acuerdo con esta hipótesis, el sistema inmune, en ausencia de exposición repetida a sustancias dañinas, reacciona y se estimula excesivamente frente a sustancias externas que en un principio deberían ser inocuas para el ser humano, como los pólenes, dando como resultado el desarrollo de las alergias. Esta teoría serviría como explicación sobre por qué en los países desarrollados se dan enfermedades de hipersensibilidad y autoinmunes, frente a su ausencia en los países subdesarrollados.
Esta hipótesis, tal como su nombre indica, sólo es una hipótesis sobre las causas de las distintas enfermedades alérgicas y autoinmunes.
En los últimos años, los vehículos diésel han aumentado en número, desde el 13% en los años noventa al 70% en la actualidad. El diésel ha contribuido al incremento de pacientes alérgicos a diversos pólenes. Los pólenes en el campo están limpios, mientras que en las ciudades están recubiertos de partículas polucionantes, consiguiendo de este modo que dichos pólenes sean capaces de sensibilizar a mayor número de pacientes e inducir una respuesta alérgica mucho mayor. Además de las alergias, un aire con polución puede disminuir la capacidad pulmonar e incluso afectar al desarrollo pulmonar de los niños.
Otros factores que influyen en la aparición de la hipersensibilidad a los pólenes son los antecedentes familiares de alergia y el tabaquismo.
¿Cómo se evitan y tratan los síntomas de la polinosis?
Resulta muy recomendable aplicar una serie de medidas higiénicas. La medida fundamental es evitar la exposición a los pólenes alergénicos (tomar vacaciones durante el momento crítico de polinización, eligiendo una zona libre de pólenes, como la playa), pero es complicado de llevar a cabo. Por tanto, es interesante exponer algunos consejos para impedir el contacto con el polen en su época de polinización:
No abrir las ventanas del domicilio a primera hora de la mañana ni cuando cae el sol, ya que es en estas horas cuando los niveles de pólenes están más elevados.
Ducharse y cambiarse de ropa al llegar a casa. Procurar no tender la ropa en el exterior, sobre todo los días de recuentos altos, ya que los granos de polen pueden quedarse atrapados en las prendas.
Cuando se salga a la calle, llevar gafas de sol, gafas antipolen y mascarilla, para que el polen no pueda entrar en contacto con los ojos y la mucosa nasal.
Poner filtros antipolen en los aparatos de aire acondicionado, tanto en el domicilio como en el coche (no hay que olvidar cambiarlos con frecuencia).
Cuando se viaje en coche, hacerlo con las ventanillas cerradas.
Evitar actividades que puedan remover partículas de polen, tales como cortar el césped, barrer la terraza, etc. En caso de alergia al polen de gramíneas, no es recomendable tumbarse sobre el césped.
Disminuir las actividades al aire libre entre las 5-10 de la mañana (emisión de pólenes) y las 7-10 de la tarde (período de descenso del polen desde lo alto de la atmósfera, al enfriarse el aire).
Permanecer el mayor tiempo posible dentro de casa durante los días de mayores concentraciones de pólenes, sobre todo los días de viento.
No dormir cerca de fuentes de pólenes alergénicos (árboles o plantas).
Si se tiene jardín, evitar tener plantas que polinicen por el aire.
Existen tratamientos médicos para impedir la aparición de la sintomatología, pero éstos deben ser pautados por un especialista en Alergología:
Tomar un tratamiento sintomático (corticoides, antihistamínicos, etc.) durante el período de polinización de aquellos pólenes causantes de los síntomas. Este tratamiento no cura la enfermedad, pero permite aminorar o eliminar los síntomas mientras el paciente lo esté realizando.
Inmunoterapia (vacunación) para disminuir el grado de alergia a los pólenes responsables, y de esta manera disminuir o incluso llegar a eliminar la necesidad de medicación sintomática que, de otra manera, el paciente tendría que tomar año tras año durante la mayor parte de la vida. Además, la vacuna previene la evolución de la sintomatología hacia el asma bronquial (algo que ocurre hasta en el 60% de los pacientes con rinitis polínica intensa que no se vacunan). Este tratamiento, a diferencia del anterior, sí es parcialmente curativo, pudiéndose discontinuar en la mayoría de los casos al cabo de los 3-5 años.
¿Para qué sirven los recuentos de pólenes?
Con objeto de llevar a cabo las medidas anteriores, es necesario que el paciente conozca con precisión el calendario polínico (véase figura 1) de los pólenes responsables de su enfermedad. Los recuentos de pólenes pueden servir para saber:
Calendario polínico donde vienen representados los 23 tipos polínicos más frecuentes encontrados en la atmósfera de Madrid. Se han escogido sólo los tipos polínicos que contribuyen al menos en el 0,4% de los pólenes totales. Para otros calendarios polínicos de España véase .
1. En qué período del año tiene que seguir las medidas de evitación de pólenes (cerrar ventanas, no estar en el campo, etc.).
2. Cuándo debe iniciar y finalizar su tratamiento sintomático.
3. Además, el especialista usará los recuentos de pólenes como una herramienta clínica para saber con exactitud qué pólenes están presentes en la atmósfera durante el período en que el paciente presenta síntomas. Este hecho es de crucial importancia, pues de ello dependerá en gran medida la eficacia de la vacunación. Sólo con una vacuna que contenga el polen o pólenes verdaderamente relevantes en su enfermedad, se obtendrá unos resultados satisfactorios.
4. Además, gracias a los recuentos se podrán planificar mejor los viajes. Algunos ejemplos:
Un madrileño con un asma bronquial estacional moderada por alergia al polen del olivo podría visitar Jaén sin ningún problema durante las vacaciones de Semana Santa, pero por el contrario sería peligroso que lo hiciera en mayo-junio.
Un ciudadano de Barcelona con asma leve por alergia a pólenes de gramíneas podría presentar una agudización grave si se desplazara a Badajoz durante los meses de mayo y junio.
Un paciente de Toledo que presenta durante el verano síntomas por el Chenopodium, empeoraría si viajara en esa época a Elche.
Un residente en Valencia con alergia durante la primavera y el verano a la parietaria podría empeorar si viajara en esa época a Nápoles.
Un habitante de A Coruña que sufre de asma leve por el polen del abedul durante el mes de abril podría sufrir una agudización grave del asma si viajara a Estocolmo en mayo-junio (las concentraciones de este polen son 5-10 veces mayores).
Una persona de Ciudad Real alérgica al polen del olivo (síntomas en mayo-junio), si viajara a Suiza en abril, podría presentar una agravación debido a la presencia de abundante polen de fresno (otra oleácea) que contiene algunos alérgenos idénticos a los del polen del olivo (reactividad cruzada).
¿Por qué en ocasiones los recuentos no coinciden con los síntomas? ¿Cómo se deben interpretar?
A veces, cuando en la televisión o en la radio comunican alarmas indicando concentraciones altas del polen al que el paciente está sensibilizado, y éste por contra se encuentra bien, puede ser debido a que:
Colectores Burkard, empleados por los especialistas para la detección de pólenes y aeroalérgenos, instalados en una azotea. (Créditos, F. 29)
La sintomatología del paciente sea producida por otro polen diferente, aunque presente sensibilización al mencionado.
Aun siendo alérgico al polen que en ese momento se encuentra en el ambiente, las concentraciones no sean lo suficientemente altas como para producirle síntomas.
Otras veces, en la televisión o la radio se indican concentraciones bajas del polen al que el paciente está sensibilizado, y éste se encuentra mal. ¿Cuáles podrían ser los motivos?
Puede que esas concentraciones para el paciente en concreto sí sean altas, ya que es muy alérgico a esos pólenes.
Puede que los síntomas sean producidos por otro polen diferente, al que el paciente también sea alérgico.
Puede que el paciente haya estado realizando actividades que aumenten su exposición individual al polen implicado (cortar el césped en el caso de las gramíneas, desplazarse en moto, salir al campo…).
Puede que las vías aéreas del paciente sigan inflamadas por los pólenes a los que se expuso en los días anteriores.
Cada paciente debe conocer cuál es su umbral de reactivación, es decir, debe aprender a saber qué concentración de polen es el punto de corte a partir del cual comienza a presentar sintomatología y, por tanto, extremar las precauciones para evitarla.
No todos los pacientes poseen el mismo umbral de reactivación, «lo que es alto para unos puede ser bajo para otros»; por ejemplo, hay pacientes que con tan sólo 5 granos de gramíneas presentan síntomas intensos, y otros que por el contrario con 40 granos del mismo polen no notan nada.
Por ese motivo, los recuentos de pólenes resultan muchas veces confusos y poco útiles cuando se expresan en términos altos, medios o bajos; es mucho mejor que el paciente conozca los recuentos de su localidad en valores cuantitativos, para así poder establecer qué nivel es realmente alto o bajo para él.
¿Dónde pueden obtenerse los recuentos en términos cuantitativos?
La Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (SEAIC) cuenta con una red nacional compuesta por más de veinte colectores que realizan recuentos de pólenes de forma ininterrumpida durante todo el año. Esta red está formada principalmente por alergólogos y biólogos que, mediante captadores de pólenes situados encima de los edificios, atrapan los pólenes para, luego, mediante el microscopio óptico, identificarlos y cuantificarlos, expresando los recuentos en número de granos de polen/m3 de aire en 24 horas. Así, por ejemplo, una concentración de 24 granos de pólenes de gramíneas/m3 de aire lo que está representando es la media aritmética de ese día, pues puede que a lo largo de la jornada ésta haya oscilado de 0 a 60 granos.
Con posterioridad, los recuentos serán publicados en términos cuantitativos. Fuente: http://www.alergiafbbva.es/