Por Ana Leguìsamo Rameau. La navidad ha pasado casi despercibida en los hogares de la Argentina. Sin mucho que festejar por una crisis econòmica de la cual es muy difìcil salir adelante, los habitantes del suelo argentino estàn hundidos en la depresiòn y, lo peor de todo, es que (al momento), la salida a los bretes econòmicos, se ve tan lejos como imposible.
Como si fuera un espejo de la realidad, durante esta Noche Buena, poca fue la alegrìa que pudo escucharse en Navidad. Sin embargo, Palermo, uno de esos barrios que siempre levanta su bandera de la superaciòn, esta vez, fue una especie de tumba o, mejor dicho, un cementerio de puro silencio con mucha tristeza, y poco para festejar.
A Gustavo P., vecino de la cuadra de la calle Malabia, este sàbado por la mañana, le vino uno de esos “telegramas bomba” en el cual le avisaban que el Estado prescindìa de sus servicios. Ni ñoqui, ni vago, ni faltador. Gustavo siempre cumpliò con sus premisas y òrdenes pero, esta vez, el Ministerio le hizo saber que su situaciòn de padre de familia, perdiò la dignidad de un trabajo. La desmoralizaciòn de quedarse en medio de la nada, pone hoy a este hombre al lìmite de la locura sin saber còmo solucionar su vida tràgica, justo al final del año 2017.
Por otro lado, Gervasio C. tambièn recibiò su telegrama de despido esta semana pasada. Hombre ejecutivo de una empresa privada, es otro ìcono de los trabajadores que van a la calle. La pequeña empresa en la cual trabajaba hoy peligra y se rumorea que cerrarà sus puertas en breve.
Las bombas, los fuegos artificiales, los ruidos y el jùbilo, ya no son propios de ningùn barrio. Ni siquiera de Palermo, un estandarte de la vida màs acomodada porque a todos la crisis le llegò y la consternaciòn de perderlo todo es un “es un monstruo grande y pisa fuerte”
Con avisos y telegramas de despidos en todos el paìs que ponen al decubierto a millones de argentinos en medio de la calle, la salida se visualiza eterna como un escape de emergencia casi claustrofòbico. Con la Ley Previsional que afectarà a tantos jubilados y la Ley Tributaria en trànsito, no hay mucho por festejar. Ni què hablar cuando se discuta la Ley Laboral.
Muchos ciudadanos se preguntan: “¿Acaso es èste el cambio que la gente querìa?”. Un cambio a base de sufrimiento y dolor hacia los que màs necesitan.
Los abuelos al borde de la impotencia y al lìmite de la indigencia caen en la desesperanza de la vida cotidiana y actual. Ya no saben què hacer en el umbral de la muerte porque, sus ultimos dìas, los pasaràn con recortes y con un empobrecimiento brutal, mientras los discursos falsos polìticos les batallan que todo se solucionarà porque la situaciòn forma parte de la transiciòn econòmica.
El miedo es otro detonante màs ante aquellos hogares donde la inestabilidad laboral sonrìe zocarronamente y amenazante ante futuras posibilidades de desempleo con futuros ajustes y un Gobierno que no le da en la tecla a la soluciòn. Mientras tanto, las notificaciones de despidos caen como avalanchas cual 2001.
Como no hace en tanto tiempo, esta navidad, ha sido muy triste. Sin bombos ni platillos. Sin fuegos artificiales,ni gritos de niños, ni cantos de jòvenes, en mi barrio de Palermo se viviò una tristeza sin igual, como si estuvièsemos en pleno cementerio.
Juanita, la vecina de la calle Armenia, confiesa “Los votè pero, como jubilada, me siento estafada”
Los comerciantes de tantas calles de Palermo, han cerrado sus puertas definitivamente porque las embestidas de los tarifazos los han puesto en tal situaciòn de “destartalo” que no hay guapo en Buenos Aires que lo pueda soportar.
Por otro lado, este 2017 ha sido un año de heridos y muertos. Santiago Maldonado, Rafael Nahuel, los cuarenta y cuatro tripulantes del Ara San Juan, son esos àngeles que han quedado perpetrados en las pàginas de la patria pero que, al dìa de hoy, no han recibido respuestas concretas de un porquè. Simplemente desaparecieron o quedaron en el intento de la lucha.
Màs allà, miles de incidentes dejan a policìas heridos, y a trabajadores desangrados en la protesta por la salvaciòn de sus trabajos y derechos.
El pueblo esta enfervorizado, y no es por las sidras ni champagnes que se descorchan. Existe un mar de fondo tenebroso que nace desde el dolor y la impotencia. Desde hace unos dìas, se manifiesta a travès de cacerolazos. El oficialismo le llama “agresiòn”. Otros lo titulan “hambre”. Lo cierto es que no hay cocktail perfecto echo en base a agresiòn con hambre. Serìa algo asì como intentar llegar a la soluciòn echando nafta al fuego.
Esperemos llegue la paz y el silencio del desenlace correcto porque la insensibilidad de algunos choca con la incertidumbre de otros, mientras la intolerancia y el deterioro estàn puestos en marcha.
Algùn dìa vendrà otra navidad màs alegre y justa.
Asì sea.