Todo comenzó en 1832, cuando John Mathew creó el agua carbonatada mediante un sistema para saturar el agua con gas carbónico, que en ese momento estaba indicada para paliar indigestiones, pero el gran público pronto descubrió que también provocaba placer
El sifón, según el portal Cucinare, fue invento de un tal Savaresse. Un envase con forma de tubo que contiene al agua carbonatada o soda en su interior. Por eso, como es a presión, habitualmente se le colocaba una funda metálica como protección frente a una posible explosión. De este modo, el sifón va provisto de una válvula para su apertura que comunica un tubo vertical que desciende hasta el fondo con la salida exterior.
Sin embargo, y contrarrestado el párrafo anterior, la autoría del sifón en cuestión también está peleado por el argentino Drago, en el año 1965, quien comenzó a fabricar en nuestro país este sistema automático, el cual se convirtió en un clásico de cada hogar y desde el cual entonces nunca más dejó de acompañar a través de distintas generaciones a la familia argentina
Cabe destacar que, este tipo de botellas se hicieron tremendamente populares en Europa, incluida España, aunque en el Reino Unido continuaron prefiriendo las botellas individuales.
Por otro lado, el descubridor de la soda es Joseph Priestley, según cuenta la historia, un científico del siglo XVIII considerado como el descubridor del oxígeno. Este (1733-1804) fue un investigador tremendamente productivo, especialmente en el campo de la filosofía. Inventó el agua carbonatada (la gaseosa) y la goma de borrar, identificó una docena de compuestos químicos y escribió un estudio importante, pionero en el campo de la electricidad.
Volviendo a nuestras raíces, es importante resaltar que, el consumo de soda en la Argentina llega alrededor de 1860 con la fábrica de licores y soda que fundó Domingo Marticorena, establecimiento que al poco tiempo vendió a los hermanos Inchauspe. Ellos fueron los primeros en comercializarla de forma masiva.
Otro hito que compitió con el sifón de mesa fue obra de César Drago, un sifón creado en 1965 y que uno podía recargar en su casa. Y si a algún usuario le pica la curiosidad acerca de este invento, puede ir al Museo de la Soda (no es una ilusión, existe), ubicado en Calle 60 y 128 (rotonda), de la localidad de Berisso, cerca de La Plata.
De un descubridor u otro, del viejo continente o de este, nadie puede ignorar que la soda y el sifón son mágicos inventos. Uno se lo puede disfrutar por el sabor, el otro por su practicidad pero ambos no van muy lejos si no están juntos porque, de a dos, dicen que es mucho mejor el camino.