Potestad creer que todo lo pueden, que todo lo logran hasta organizar la vida ajena con total inmunidad. Como adueñarse no tan sólo de sus pertenencias que es natural sino también de las que no les pertenecen. Olvidando o quizás restándole importancia al sacrificio que cada individuo realiza para obtener alguna mera satisfacción.
Odio que se manifiesta dentro nuestro al enterarnos de nuevas medidas económicas para nada alentadoras, por el contrario haciéndonos pensar de qué modo las transitaremos, cómo las sobrellevaremos en busca de alguna solución mágica.
Destrucción que se transforma en horror, al menos es la sensación que percibimos al sentirnos desprotegidos dado que no sabemos en qué momento seremos invadidos, atacados por un extraño. Sin que nadie acuda en nuestra ayuda dado que cada vez son más los casos de violaciones físicas, verbales intentando despojarnos desde un mísero reloj el que seguramente representaba un grato recuerdo para nosotros.
Encierro que se va originando por no encontrar una salida favorable a todo este entuerto que se asemeja a un laberinto el que concluye en desazón. Modificando nuestros rostros impidiéndonos esbozar una sonrisa.
Revuelo, desorden mental, inquietud, conmoción, originado por tal situación que provoca un caos en la sociedad cansada de violaciones que provocan la pérdida de muchas vidas las que no tienen retorno, paros sorpresivos que entorpecen nuestras actividades, suba de precios en la famosa canasta alimenticia como así también en los impuestos, alquileres, obras sociales, etc.
¿El poder debe dejar tantas secuelas o quien llega al poder debe tener una propuesta humanitaria para que la vida que desarrollamos sea tan maravillosa como nos merecemos?
Mercedes Giangrande