Damos vueltas por Buenos Aires mientras el andar por esos caminos de adoquines o historias contadas, nos llevan hacia el perfume del algún bar que nos convida con la sensualidad de un exquisito café porteño.
Por eso, desde Cafés el criollo narran que la historia del café se extendió con el cultivo de una de las bebidas más consumidas en el mundo, la cual es muy atractiva y se remonta al siglo XIII, aunque sigue sin conocerse el origen del café ciertamente.
De este modo, son muchas las historias y mitos que se cuentan acerca de cómo se originó el café, esta bebida tan conocida mundialmente. Se cree que fueron los ancestros etíopes los primeros en descubrir y reconocer todos los beneficios de los granos de la planta del café, como por ejemplo su efecto energizante. Sin embargo, de momento no se ha hallado ninguna evidencia directa que indique en qué parte de África se empezó a cultivar la planta. Tampoco que existiera antes del siglo XVII, pero eso se debe a que en esos años no existía la escritura.
Así, la palabra café, significa estimulante en árabe. La bebida de café procede de Etiopía, donde el café es cultura y leyenda. Rápidamente llegó a los países árabe, donde la primera persona que describió el café fue el médico y botánico alemán Léonard Rauwolf en 1583.
No obstante, la expansión del café en el mundo islámico llegó en una época en la que ya existían varios conflictos con la prohibición del alcohol en estos países, debido a su religión. Así que, tras la llegada de esta bebida, aparecieron las primeras cafeterías que se convirtieron en el lugar de reunión para los intelectuales, principalmente filósofos y letrados. Por ello, los imanes ortodoxos y conservadores quisieron prohibir el consumo del café.
Es importante destacar que, tras este acontecimiento, el café se empezó a exportar y a popularizar, llevando el consumo de café a la expansión y aconteciendo la llegada del café a Europa. Algunos sacerdotes católicos lo bautizaron como una amarga invención de Satanás, ya que lo veían como un posible sustituto del vino. No fue aceptada para el consumo de los católicos hasta que el papa Clemente VIII probó la bebida y la bautizó simbólicamente.
Para finalizar, en el sur y oeste de Europa se observó una mayor tolerancia y en la década de 1650 se comenzaron las grandes exportaciones de café a Inglaterra. El aumento exponencial de comprar café trajo consigo la apertura de cafeterías en Oxford y en Londres cambiando para siempre la historia del café en el mundo.
Lo importante es que, más allá de historias orientales u occidentales, el café vino para quedarse en Buenos Aires y para regalar esa fragancia inolvidable que guardan los bares porteños en cada una de sus mesas y paredes.