Por Ana Leguísamo Rameau. ¿Qué tienen los trenes que crean una fascinación en cada uno de nosotros? La magia del tren hace huella en el barrio como una vieja novela de antepasado y, eso ocurre en el Parque Ferroviario de la Comuna 14 cuando, al estar en el predio, los trenes van y vienen mientras se funden los ladridos de los perros que juegan como así también el sonido uniforme de los trenes azules.
Su locomotora más modernizada ahora pasa por el nuevo canal, arriba del Arroyo Maldonado. No obstante todo ha cambiado, el tren nos regala ese sonido hermoso como si nos transportara, como una máquina del tiempo, a nuestra niñez o a algún sitio lejano abandonado en cierta provincia. Sólo le falta la campanita para advertirnos que ha llegado, o para saber que algún ser querido bajará de él para visitarnos.
Todo eso trae el sonido y la magia del tren. Por eso, si llegáramos a vivir cerca de alguna estación donde pase alguno, seguro experimentaremos que nuestros nervios podrían tranquilizarse con sólo escucharlo a cada instante.
Sin ir más lejos, ¿Quién no memoriza , en esas películas de antaño, a los niños corriendo en paralelo a algún tren, como si trajera nuevas noticias al pueblo?
El tren es atractivo y hechizo, es recuerdo y mansedumbre. De hecho, la bloguera española Marta Lizcano lo expresa muy bien. Ella lo argumenta en frases de seducción: «Escuchar el traqueteo a medida que las escenas se suceden tras la ventanilla. Despertarte en una ciudad distinta a la que dejaste la noche anterior. Desayunar mientras sientes que formas parte de una novela que está aún por escribir. Así es viajar en tren.»
Los trenes forman parte de algunos de los capítulos más apasionantes de nuestra historia real y ficticia.
Lizcano culmina: «Recuerda: si te enfocas en el destino, puedes perderte grandes momentos del viaje. Y quizás, si te relajas y te dejas mecer por el vaivén del tren, descubras que el trayecto merece más la pena que el objetivo final. En los viajes y en la vida.»
No lo olviden, los aviones han traído al mundo la rapidez para trasladarnos a cualquier mundo. Los barcos, la lentitud para llegar a cada puerto pronosticado, pero el tren tiene ese modo de cruzar la gran ciudad como si fuera un choche más, y aún así puede llegar a cualquier pueblito perdido en medio de los pastizales más olvidados.
El tren en movimiento
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