San Telmo es un conglomerado cultural de razas diversas donde el turista puede encontrar la fuerza del pueblo africano como asì tambièn los orìgenes europeos del viejo mundo blanco. El carnaval, algùn candombero se lo inventa en las calles de adoquines mientras la murga baja por el empedrado medio roto. Del otro lado de la vereda, una pareja de tango baila una milonga mientras sus sombreros se entremezclan con la diversidad de los tatuajes de lo negros macumberos.Los vendedores ya no venden ropa de segunda mano, ponen allì su mejor arte y lo comercializan a precios mòdicos. Hay bufandas, gorros, buzos, comidas, zapatos de colores, cuadros vintage, libros y miles de artìculos que sacan a mostrar para llevar el pan de cada dìa.
San Telmo vive en sus calles y, aunque la crisis ya no aguanta màs el peso de la pobreza, se reinventa en sus brazos musculosos por la creatividad de su espìritu se alza imperioso a pesar de la mentira y el dolor de los que no tienen nada.
San Telmo es un conglomerado de turistas y gente que se afinca porque el barrio lleva ese encanto vital del que vino y que se queda. No se van porque su belleza atrapa y clava sus tabas a la acera porteña con magia de arrabal y murga. Aquella que fue un èxodo de fiebre amarilla.