Finalizò el ciclo 2017 homenaje a Federico García Lorca, performance con música, teatro e historia en el Hotel Castelar del barrio de Monserrat. Para ir despidiendo este 2017 el programa «Los barrios porteños abren sus puertas» dependiente de la Gerencia Operativa Patrimonio, realizò la ùltima actividad del mes de diciembre.
Èsta fue una una perfomance ambientada en los años 30, que conjuga música, teatro e historia reviviendo algunos miticos acontecimientos Lorquianos de Radio Stentor y la Peña Signo en el tradicional Hotel Castelar.
En el evento hubo relatos y anècdotas sobre Federico Garcìa Lorca, como asì tambièn una personificaciòn del mismo escritor, mientras se intercalò la mùsica de dos artistas imperdibles. Aquì, se recreò una vieja emisora recordando la mìtica «Radio Stentor».
Hubo muchos invitados, quienes subieron al escenario. De este modo fueron reconocidos y agasajados por su tarea a travès de Marìa Càfora, conductora del evento Marìa Càfora.
El encuentro se realizò a sala llena en el Hotel Castelar.
Sobre Federico Garcìa Lorca, segùn Lorena Rebella (Profesora de Literatura), podemos destacar (històricamente) que Federico Garcìa Lorca llegò a Buenos Aires el 13 de Octubre de 1933. Su recorrida en la Ciudad fue hurgar en esa curiosidad por explorar una época que tuvo al poeta andaluz como protagonista de la actividad social de la èlite en la Argentina de los años 30, y del mundo literario y cultural del momento. Allì, se relacionò con las amistades construidas a travès de otros artistas con nombres de peso como Neruda o Girondo, en la consagración y el éxito económico que le vino de la mano de «Bodas de Sangre», de la actriz Lola Membrives y su esposo, un inteligente empresario teatral. También fue pensar en una «Yerma», su próxima tragedia, que Federico no logrò terminar debido a la vorágine a la que se ve llevado de conferencia en conferencia, de tertulia en tertulia, de homenaje en homenaje. Por supuesto, luego, fue meterse en el relato que se puede armar, de a retazos, de las propias contradicciones del artista entre dos mundos a contramano, el de la España que va camino a la revolución y a la guerra civil, del que está en constante contacto con sus barracos. Tambièn, el de la Década Infame argentina, la década del primer golpe de Estado, el régimen de la oligarquía, que indudablemente debe de haber dejado huella en el poeta granadino pero de la que poco se escribe.
Se puede poner el acento (como se hace) en que Lorca vino por poco tiempo y se quedó seis meses en Buenos Aires. Pero también (y a mí me gusta este) en que la Argentina, aún la de consagración artística y el reconocimiento económico, incluso la de los nuevos y entrañables amigos, no pudo retener a Federico más que seis meses.
Pese a lo que atrás dejaba en Buenos Aires, que no era poco, el poeta decidió regresar y continuar con la dirección de La Barranca, en momentos en que el proyecto de teatro popular comenzaba a ser atacado, en medio del avance de la derecha y en el que el compromiso para defender esta y avanzar sobre otras conquistas se tornaba inevitable.
Fue un 13 de octubre de 1933. Era de madrugada y el Conte Grande anclò en el puerto. El moderno trasatlántico trajo a Lorca. Es su tercer viaje a América, el segundo a la hispana y el primero al Río de la Plata. Antes había estado en Cuba y antes, en Nueva York. Viene por poco tiempo, quiere regresar pronto a España y a su puesto en «La Barraca», la compañía de teatro popular que dirige junto a Eduardo Ugarte y la que se encarga de llevar lo mejor del teatro español de todos los tiempos a lo profundo de los pueblos.
Federico vino para quedarse sòlo lo suficiente, como para dar algunas conferencias (cuatro justas, para las que ha sido contratado por Amigos del Arte) y acompañar el éxito que está teniendo su teatro en Buenos Aires (también en Montevideo, por donde pasa apenas unas horas, pero a la que vuelve en las vacaciones de verano); viene por el reestreno de Bodas de Sangre y el estreno americano de La zapatera prodigiosa.
Sin embargo, su estadía se extiende y Lorca vive en la habitación 704 del Hotel Castelar sobre la Avenida de Mayo, a escasos 100 metros del imponente teatro Avenida donde Bodas será un éxito. Vive ahí durante medio año, hasta los últimos días de marzo de 1934.
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