Por Ana Leguísamo Rameau. Hace tiempo atrás, escribí e investigué acerca de los mitos y leyendas que circundan la enigmática vida del Cementerio de la Recoleta, y expreso “vida” porque cada lugar tiene su existencia propia. Aquel texto extenso que, bien recuerdo, me llevó páginas de desvelo, el cual me llevó a apelar a documentaciones de diferentes fuentes, que pude extraer valiéndome de bibliotecas, entrevistas, textos perdidos, páginas de diarios viejos e Internet. Hoy en día, intento contar la historia del Cementerio de la Chacarita pero, esta vez, con la ayuda de Hernàn Santiago Vizzari. Hernán nos cuenta que durante la epidemia de fiebre amarilla de 1871 fue necesaria la construcción de cementerios ya que los existentes no eran suficientes entonces el Cementerio del Norte (actualmente Cementerio de la Recoleta) había prohibido que se inhumen allí a quienes habían fallecido por la epidemia, destinándose a ello un terreno de cinco hectáreas conocidas como la Chacarita de los Colegiales visitada por los estudiantes pupilos del Real Colegio de San Carlos, que hoy corresponde al parque «Los Andes», y que se conoció popularmente como «Cementerio Viejo» o «La Chacarita Vieja». De este modo, así comenzó la historia de este lugar, que hoy conocemos como “Cementerio de la Chacarita”.
Como investigador, Hernán Santiago Vizzari nos enseña acerca de la simbología funeraria y masónica. Las figuras notables, que se yerguen sobre este lugar, son muchas, aunque nos remitiremos tan sólo a una pocas.

En el mundo de los medios de comunicación y de la semiologìa pura de la publicidad, estas siluetas no quedan relegadas y juegan un rol muy importante en el destino de la iconología. Tal es el ejemplo de “La Clepsidra”, un reloj de agua, que mide el tiempo sobre la base de lo que tarda una cantidad de líquido en pasar de un recipiente a otro, de iguales dimensiones, pero que está debajo. Por extensión, se ha llamado también “clepsidra” al reloj de arena con el que se mide el tiempo por medio de dos ampolletas o recipientes de forma cónica de vidrio o cristal, unidos por el vértice, de modo que la fina arena contenida en el de arriba va pasando lenta, pero continuamente al de abajo. Es lo mismo que tarda en pasar la unidad de medida del tiempo. “La clepsidra” posee un valor simbólico, porque es el instrumento que más visiblemente representa, con la caída del agua o de la arena, el fluir constante del tiempo o bien el tiempo vuela y la vida sobre la tierra se parece al caer la arena. “Clepsidra” proviene del vocablo latino clepsydra, que a su vez deriva del griego klepsydra, compuesta de hydro (agua) y klepto (yo robo). La idea es que el recipiente inferior roba el agua (o la arena) del superior. También está “La Clepsidra con Alas”, un símbolo del tiempo que pasa y representa lo efímero de la existencia. Además marca las horas del destino, la vida que se va, la caducidad y de la muerte. “El reloj de Arena“ con sus alas es un emblema o símbolo para recordarnos que el tiempo y el viaje a través del espacio son meros símbolos en sí y que nuestras vidas en la tierra son como ese signo de estados aparentes.
Por otra parte Hernán Santiago Vizzari también nos enseña acerca de “La Corona”. La Biblia habla de “coronas honoríficas”, de alegría o de la victoria. “La corona de la victoria de los antiguos” adquirió en el cristianismo el significado de la salvación alcanzada. Así aparece “el lápidas”, a veces combinada con “el crismón” o con la paloma y el Cordero. De èsto se desprende que los difuntos en especial habían fallecido solteros, entonces se les colocaba una corona funeraria en el sepulcro para recordar su inminente unión con Dios. Estas Coronas están ubicadas en distintas Bóvedas como ornamentación en el Cementerio de la Chacarita. Así, dentro de la parte de esta simbología peculiar aparece “La Corona y la Antorcha”. Generalmente representan la muerte y la victoria. Corrientemente la antorcha apagada e invertida representa la muerte y el laurel la victoria. De este modo, muchos de los primeros convertidos al cristianismo estaban entre los llamados paganos. Su antigua educación influía en sus ideas después de la conversión. Estaban familiarizados con muchos de los emblemas griegos y los usaban con sus nuevas interpretaciones en su religión. Estos emblemas pertenecen a los antiguos griegos. No conocemos otros dos emblemas que sean más expresivos, en su significado, que éstos. Así, los antiguos cristianos usaban el símbolo para designar la vida y la paz, la muerte y la victoria por intermedio de Jesús, el Cristo. Desde entonces la corona y la antorcha han sido usadas separadamente con muchos otros significados. “La corona y la antorcha” de la imagen izquierda pertenece al Panteón Español de Socorros Mutuos del Cementerio de la Chacarita. Son de Gran porte y se ven claramente cerca de la puerta de acceso al panteón.
Por otra parte Hernán Santiago Vizzari también nos enseña acerca de “La Corona”. La Biblia habla de “coronas honoríficas”, de alegría o de la victoria. “La corona de la victoria de los antiguos” adquirió en el cristianismo el significado de la salvación alcanzada. Así aparece “el lápidas”, a veces combinada con “el crismón” o con la paloma y el Cordero. De èsto se desprende que los difuntos en especial habían fallecido solteros, entonces se les colocaba una corona funeraria en el sepulcro para recordar su inminente unión con Dios. Estas Coronas están ubicadas en distintas Bóvedas como ornamentación en el Cementerio de la Chacarita. Así, dentro de la parte de esta simbología peculiar aparece “La Corona y la Antorcha”. Generalmente representan la muerte y la victoria. Corrientemente la antorcha apagada e invertida representa la muerte y el laurel la victoria. De este modo, muchos de los primeros convertidos al cristianismo estaban entre los llamados paganos. Su antigua educación influía en sus ideas después de la conversión. Estaban familiarizados con muchos de los emblemas griegos y los usaban con sus nuevas interpretaciones en su religión. Estos emblemas pertenecen a los antiguos griegos. No conocemos otros dos emblemas que sean más expresivos, en su significado, que éstos. Así, los antiguos cristianos usaban el símbolo para designar la vida y la paz, la muerte y la victoria por intermedio de Jesús, el Cristo. Desde entonces la corona y la antorcha han sido usadas separadamente con muchos otros significados. “La corona y la antorcha” de la imagen izquierda pertenece al Panteón Español de Socorros Mutuos del Cementerio de la Chacarita. Son de Gran porte y se ven claramente cerca de la puerta de acceso al panteón.
Para cerrar, no podía concluir este relato tan preciado con detalles puros en la voz de Hernàn Santiago Vizzari sin que me contara alguna leyenda urbana de esa atrapantes, que se encierran en el Cementerio de la Chacarita. Hernán recordó “El caso Arminda Molina”.
Arminda Molina de San Martín era una joven de 16 años que, en diciembre de 1907, fue internada en el Hospital Muñiz (antigua Casa de Aislamiento) enferma de tisis. Su padre se llamaba Ruperto y tenía dos hermanos apodados Ricardo y Alejo. Con el tiempo, la joven falleció el 15 de diciembre de 1907 y su padre fue notificado dos días después. De inmediato, el hombre se presentó en la Dirección del Hospital donde le informaron que Arminda había sido enviada al Cementerio de Chacarita. De este modo, Don Ruperto Molina supo que en el cementerio no se había recibido el cadáver. Tampoco el conductor del coche fúnebre municipal recordaba haberlo transportado. A esta altura el padre, ya preocupado, pensando que su hija no había muerto y que todo se trataba de una lamentable confusión, acudió a las autoridades para pedir ayuda. Luego, hizo abrir sepulturas desde dos días antes de la supuesta defunción de su hija pero no la encontró. Más tarde, presentó una denuncia en la secretaría de Sasso,
juzgado a cargo del Dr Constanzo. En su denuncia expresó que su hija “se había hallado en asistencia en el Hospital Muñiz, antigua Casa de Aislamiento, atacada por una enfermedad infecciosa, entonces explicó que, ésta había muerto, pero su cuerpo no se encontraba en ningún lugar.
Posteriormente, y a base de argumentaciones, el padre insistió en que la habían robado, aunque las autoridades, negaron drásticamente su fallecimiento. A su vez, el juez Constanzo dispuso que el día 9 de enero se trasladaran a Chacarita el padre, acompañado por el secretario Sasso, los médicos de tribunales Acuña y Pacheco para exhumar sepulturas porque supuestamente Arminda estaba allí y su padre no la había reconocido. Más tarde, tuvo que posponerse esta medida hasta el día 11 y allí fue cuando, durante esa jornada, el padre se presentó acompañado por testigos que conocían a Arminda pero no hubo resultados positivos. A continuación, abrieron la sepultura 45 tablón 12 del cuadro, destinado para enterratorios gratuitos pero no la reconocieron. Allí, dos de los testigos presentes, que la habían registrado, dijeron que el cabello “era igual a la menor o muy parecido”. Además hubo una sorpresa desagradable pues, en el mismo ataúd donde estaría Arminda, se encontraba también el cuerpo de un hombre. Esto motivó la indignación del diario La Prensa. “Lo que ha sido puesto en relieve en el caso de este desagradable asunto, es la forma irrespetuosa como se trata a los cadáveres en los hospitales…pero cuando se entierran los cuerpos bien podría destinarse una caja de pino para cada uno”. Argumentó el medio.
El tema continuó. Asi fue que, luego de este capítulo negro, Constanzo llamó a declarar testigos. Nadie pudo decir si los restos eran o no de Arminda “a causa de la desfiguración operada en sus rasgos fisonómicos”. Después, hacia el 24 de enero se resolvió el caso en el juzgado del Dr Frías, secretaría de Sasso. Se determinó que según las indagaciones se desprendía que el cuerpo era el de Arminda pero su padre no la había reconocido. Por lo tanto “no ha habido desaparición de cadáver”, expresaba el documento.
La historia de Arminda, forma parte de esas urbanas, con fondo reales, que viven en el Cementerio de la Chacarita. Historias parecidas pero en sitios diferentes, que se distinguen de otras necrópolis. Lo cierto es que, a travès del relato de Hernàn Santiago Vizzari, hoy pudimos conocer esta otra arista de la zona capitalina: el cementerio de la Chacarita. Un inmenso lugar que alberga a figuras tales como Osvaldo Pugliese, Anibal Troilo, Carlos Gardel, Luis Sandrini, Alfonisa Storni, Irineo Leguisamo y otros tantos màs, que han enriquecido las páginas de sus pequeñas calles y muros.
El cementerio de la Chacarita se encuentra en Guzmán 680. Puede visitarse los 365 días del año de 7.00 a 18.00 hs.
Agradecimientos a Hernàn Santiago Vizzari (Investigador Histórico de Cementerios).
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