Por Ana Leguísamo Rameau. La Argentina cuenta con innumerables artistas destacados que merecen ocupar el corazón de las páginas principales. Los vemos y escuchamos en la música clásica, en el blues, en el rock, en el romanticismo, en el tango o en el folklore pero ocurre que algunos han sido verdaderos creadores de estilos, o innovadores de hechos e ideas. Fueron los que se animaron y no temieron al cambio, porque cuando una idea nos asusta es, generalmente, porque contiene el sabor diferente de lo inesperado. De aquello que nos atrapa porque nos tienta al cambio pero nos obliga a quedarnos incorporados a la tradición de las estructuras. Sin embargo, contamos con los seres que forjan un camino e inspiran verdaderas obras osadas y se animan a mucho más.
Allá, por la década de los`80 nacían grandes artistas que nos hicieron deleitar con sus composiciones. Tal es el caso de Miguel Ángel Peralta, conocido por nosotros como Miguel Abuelo, un hombre dueño de un estilo muy peculiar que fusionaba el rock con el folklore. Miguel fue un exquisito poeta que podía desfilar con sus letras y versos por los mensajes más ácidos, dulces, coherentes y certeros. Amaba profundamente la naturaleza y en sus poesías nos trajo un dejo de aire folk mezclado con las partituras del rock que supieron protestar con todo aquello que solía molestar.
Miguel Abuelo Peralta nació el 21 de Marzo de 1946 en Buenos Aires. Desde muy pequeño comenzó tocando la guitarra y cantando bagualas que, luego transformó en poesía rockera. Con el tiempo formó Los Abuelos de la
Nada, uno de los grupos musicales más emblemáticos en la historia del rock argentino. Con ellos grabó varios discos que ocuparon los primeros puestos de todos los rankings.
Miguel Abuelo supo relacionarse con personalidades destacadas del ambiente musical. Este es el caso de Pipo Lernoud con quien conoció a Litto Nebbia, Moris, Javier Martínez, Pajarito Zaguri, Andrés Calamaro, Tanguito y los Shakers, un grupo estilo “Beatle” de orìgen uruguayo, que cantaba en inglés.
Un testamento se escribe y queda, la música también. La música es herencia que perdura por siempre y ese es el legado más importante de Miguel Abuelo, este compositor que hoy tiene la Fundación que lleva su nombre, nacida en el año 2003. La Fundación Miguel Abuelo cuenta con la Dirección de Pablo Fogo, sobrino de Miguel y hombre empeñado en que el mensaje de su tío llegue a los corazones de los argentinos. Pablo Fogo expresa la curiosidad de aquellas generaciones y las actuales que se interesan por la música de Abuelo. “ Mi tío se autodefinìa como un verdadero poeta. Era un lector curioso y amaba la música en su totalidad. Miguel comenzó en el folklore, siguió por diversas ramas pero nunca se inclinó por un estilo particular, aún formando parte del rock. Él era pop, popular.”
En la Estación Carranza de la línea D de Subterráneos, hoy se ubica la Plazoleta Miguel Abuelo, sobre la calle Dorrego y Santa Fè. Miguel vivió muy cerca de allí, tan sólo a ciento cincuenta metros. Pablo Fogo expresa: “ Los espacios públicos son los lugares de la gente y son los sitios donde el público cultiva una fibra distinta”.
La música de Miguel nos acompaña en cada uno de sus discos. La melodía de sus canciones permanece actual para despertar cualquier amanecer o a cualquier niño que nunca haya mirado una vaca de frente (como solía decir Miguel).
Miguel Ángel Abuelo Peralta falleció de SIDA el 26 de Marzo de 1988. Es uno de los mayores íconos nacionales. Escribió una de las mejores inspiraciones de la música argentina.
“Buen día remanso, tempestad, buen día… Pobre eres si no llevas repletas las arcas de tu corazón… Y qué clase de rico será quien no lleve todo junto y en un solo puño la psiquis y el latir de su pueblo?… He venido a mover y a dar marcha a la fanfarria. Me fecunda la música y me tonifica el cura. Los poetas me acusan de deber ser valiente, las artes para siempre, las musas en cadenas…Adiós, barcos anclados sobre torrentosas aguas… Buen día, día, día, buen día…
Agradecimientos a Pablo Fogo, que respondió nuestras preguntas para escribir este artículo.
Miguel Abuelo