Compré una plancha de ravioles en la fábrica de pastas del barrio y olvidé traerme un vasito de fileto o bolognesa. Cuando llegué a casa, me molesté por el olvido, entonces recordé que tenía en la heladera un poco de jamón y queso. Allí, se me ocurrió un rápido invento: cocinar los ravioles y colocarles encima lo que había encontrado sobre el estante de la heladera.
Cuando hirvieron la pastas, puse todo sobre ellas y el perfume a queso fundido con el jamón me creó un deseo inmenso de comerme ese manjar poco a poco. Los sazoné con sal y aceite.
Allí, descubrí ese invento llamado «Ravioles con jamón y queso», el que nació por un olvido y con lo único que tuve dentro de la nevera. Sé que no no he innovado nada al hacer este plato pero, al menos a mi, me resultó muy beneficioso y, obviamente, lo tengo en carpeta para un próximo menú.
Lo disfruté mucho.
Desde Foro de Baires, lo sugerimos para salir del paso.