Por Mercedes Giangrande. Tarde lluviosa de domingo espectacular para servir una rica merienda con todo aquello que nos guste, distendiéndonos para iniciar la semana. Sumándole una bella melodía de fondo logrando poner nuestra mente en blanco. Blanco el que poco nos dura dado que le sumamos a nuestra mesa, las actividades que realizaremos con el correr de los días. Por lo tanto entre otras nos ocuparemos de las compras: sinónimo de precios. Constante perfecta debido a la variable de sus incrementos. Nada nuevo bajo el sol ya que no nos perdonan ni en víspera de elecciones.

Nos imaginamos dentro del lugar al que nos dirigimos a comprar; a sabiendas de que nos demoraremos en ubicar los artículos necesarios dado que están en distintas góndolas. Teoría que utilizan creyendo que de este modo compraremos más de lo necesario. Como así también con diferentes valores. Por lo tanto nuestro presupuesto resulta insuficiente. Aun pensando en las comidas más económicas.
El sueldo de clase media, la cual se ha transformado en un cuarto si metafóricamente me expreso, no está al alcance de los insumos. El salario está desnivelado sin dejar de lado la sorpresita que cada mes nos brinda el bendito impuesto a las ganancias. El que ya no se menciona pero continúa dándonos hachazos a nuestros humildes haberes.
Es un combo perfecto con la salvedad de que nos perjudica, como siempre quedando a la espera de una resolución a favor nuestro. Aquella mesa la que servimos con tanta alegría se convirtió en la triste realidad diaria.