Por Mercedes Giangrande. Estado normal de más de muchos, si uno les habla la respuesta será negativa, agria y por qué no ácida.En un reducido núcleo de cuatro personas, por dar un ejemplo, tres de ellas interactúan con el celular. Tal cual seres sin vida en donde jamás conocieron la simpatía, la alegría no existe, el buen humor es otro idioma.
¡Qué pena! Ya que no aceptan que por inmensas que les resulten las dificultades o malestares que atraviesan, desde ese lugar no encontrarán la solución, están yendo por el camino equivocado. No obstante se consideran dueños de la verdad.
No reconocen el decir: gracias, disculpe, perdón, muy amable, no tiene por qué, sumándole un sinfín de vocablos que los conducirán a un mundo desconocido por cierto para ellos.
Todos pasamos por momentos oscuros: de salud, pérdida de seres queridos, laborales, económicos, siendo que desde el fastidio no encontraremos la solución o al menos el respiro. No me opongo a la telefonía celular, acepto que nos permite mantenernos comunicados a través de las diferentes redes.
Aun así el intercambiar el diálogo por medio de la palabra de modo verbal también es agradable, seguramente llega más a quien lo está esperando.