Quién no muere ante una blanca o negra barra de chocolate. Sin embargo, cuando pensamos en esta golosina líquida, nuestro palabra se regodea de sólo pensarlo.
Cristina Rodríguez Lomba es Licenciada en Geografía e Historia. Especialidad Arte Moderno y Contemporáneo y expresa que, respecto del chocolate, se sabe que el primer lugar en donde se cultivó fue en México. Allí, el pueblo maya descubrió que si las semillas de cacao se tostaban y se mezclaban con agua y otros ingredientes como el maíz, el resultado era una bebida rica y nutritiva, a la que llamaron “Xocolatl”, que por lo visto significa “agua amarga”.
Más tarde llegaron los Aztecas, quienes preparaban un chocolate muy parecido al de los mayas. La diferencia era que los mayas lo tomaban caliente y los aztecas frío.
Cuando los españoles llegaron a América en 1492, vieron por primera vez el árbol y las semillas de cacao, ya que en Europa no existían. Dice la leyenda que el conquistador español Hernán Cortés fue el primero en probar la extraña y desconocida bebida, le pareció riquísima y nutritiva. A partir de entonces, los barcos empezaron a regresar a España cargados de granos de cacao y la receta para preparar el chocolate líquido.
Como era una bebida amarga, en España se le añadió azúcar y vainilla y el resultado fue espectacular. El chocolate empezó a ser consumido por la gente más rica porque era un alimento bastante caro. Años después, durante el siglo XVII, el chocolate empezó a ser conocido en el resto de Europa convirtiéndose en un producto muy apreciado. En el siglo XVIII, en Inglaterra, se fabricó el primer chocolate sólido, es decir, un chocolate que se podía masticar.
Ya saben entonces, con historias que van y vienen por el nuevo y viejo mundo, el chocolate es una de esas barras o tragos mejores aceptados entre los seres humanos. A disfrutarlo entonces como más le guste a uno u otro.