El dinero es una de las mayores fuentes de discordia matrimonial, y puede ser una de las más difíciles de resolver. Esto se debe a que cuando las parejas discuten sobre cómo gastar dinero, no solo están debatiendo sobre el tema inmediato. Están expresando ansiedades subconscientes de las que quizás in siquiera ellos están conscientes, y chocando con los temores que su pareja no ha articulado.
Quizás se trata de una infancia en la pobreza, o simplemente el temor constante de pobreza, que causa que un cónyuge deteste gastar dinero. Quizás la cuenta bancaria secreta de un primer cónyuge está causando desconfianza en un segundo matrimonio.
¿Qué pueden hacer las parejas para evitar tropezar con estos antecedentes emocionales cada vez que necesitan hablar sobre sus tarifas y su presupuesto? Pueden empezar por simplemente reconocer que todos reaccionan emocionalmente con el dinero, y después dedicar tiempo para descubrir qué recuerdos podrían estar impulsando la conducta de cada cónyuge.
Una pareja que se toma el tiempo para profundizar en sus patrones de dinero puede ganan un mayor entendimiento y potencialmente prevenir peleas, y llegar a acuerdos mutuos A continuación, cinco áreas comunes de conflicto, y cómo los terapeutas trabajan con las parejas para resolverlos.
¿Qué hacer cuando un cónyuge es más gastador y el otro más ahorrador?
Esta es probablemente la causa más común de tensión financiera en una relación: un cónyuge tiende a gastar impulsivamente, sin pensar sobre el futuro, el otro quiere economizar lo más que se pueda. El conflicto puede adoptar muchas formas, pero las raíces -y las soluciones- son raramente sencillas.
¿Qué hacer cuando los cónyuges tienen prioridades distintas con los gastos grandes?
La clave para el acuerdo mutuo es afirmar y validar los valores y necesidades de su cónyuge, dicen los expertos. Olivia Mellan, una asesora de dinero y relaciones, guía a parejas a emplear tres pasos: imitación, validación y empatía. La imitación implica repetir palabra por palabra lo que el otro cónyuge dice sobre un objetivo monetario.
La forma en que un cónyuge podría validar y mostrar empatía con el otro que quiere un velero y entenderlo podría ser: «Tiene sentido que quieras un velero. Amas el océano, y de esta manera puedes estar en el océano todo lo que quieras. Me imagino que te estás sintiendo frustrado por el tiempo que has esperado por un velero».
El proceso se repite para el otro cónyuge. Esa conversación amable, dice Mellan, es la entrada al acuerdo mutuo.
¿Cómo se puede administrar el conflicto cuando un cónyuge controla las finanzas?
Las discusiones sobre quién está controlando el dinero a menudo ocurren porque las parejas nunca hablan sobre cómo tomarán las decisiones monetarias.
Pero a pesar de que no están hablando al respecto, las decisiones sobre dinero se están tomando y cada cónyuge está actuando con sus expectativas no expresadas.
A menudo, el cónyuge que cede el control de la gestión diaria del dinero es el «ahorrador», anota Clayman, la terapeuta financiera. Este o esta no ponen atención a los gastos diarios, y después se molesta con el «gastador» cuando las cosas no avanzan según su plan no divulgado.
Los conflictos también pueden surgir cuando los cónyuges tienen «una diferencia bastante significativa en sus ingresos y uno piensa, ‘Si yo gano más, me toca tener mayor poder en las decisiones».-
En otros casos, el cónyuge que controla las finanzas podría realizar prácticas que desconciertan al otro. En una pareja la esposa quedó escandalizada al descubrir que su esposo tiraba las facturas a la basura y estaban cortos de dinero. «Eso simplemente excedía su imaginación».
Si uno está sorprendido por la conducta de su pareja, es importante minimizar el escándalo. “Se puede ver desde la perspectiva de curiosidad en lugar de la perspectiva de ‘quién está haciendo algo equivocado’. La clave es minimizar la defensiva, si no es que eliminarla por completo».
Las parejas deben considerar los menajes sobre el dinero que recibieron en su niñez para «realmente ayudarse mucho a aprender sobre sí mismos en el frente monetario».
Por Patricia Núñez Vega













