
Por Ana Leguísamo Rameau. Los gobiernos deberían estar atentos al cuidado de sus patrimonios ciudadanos. Los vecinos muchas veces, en el afán de luchar por su cultura territorial, agotan su pugna en el cansancio cotidiano de pedir, suplicar y proyectar por esos espacios o monumentos que corren peligro de extinción. En mi forma de pensar considero que, respecto de esos sitios que ya no están y deberían haber permanecido intactos, la Casa de Jorge Luis Borges, ubicada en ex Serrano 2135 (hoy Borges), es uno de esos inmuebles que faltan en el barrio de Palermo.
¿Cómo es posible a sabiendas de lo que significó Jorge Luis Borges, que ese techo y esas paredes que fueron testigos de su talento inmemorial, hoy se haya convertido en un local más de la suntuosa calle? Los turistas preguntarán, cuando lleguen a la Argentina «¿Dónde queda la casa de Borges?» y alguien les contestará: «Allá, donde se halla el negocio que vende productos para deportistas de tenis».

Ese fue el hogar donde Jorge Luis vivió durante su infancia. La anécdota cuenta que los padres del gran escritor, no decían que vivían en Palermo, sino en “el norte” ya que la región poseía fama de orilleos entonces construyeron ahí una elegante casa de dos plantas, totalmente incongruente con el barrio. Tan incongruente como lo es hoy la casa de Tenis que ocupa su lugar pues hasta el mismo cartel que da sito a la dirección, es un simple papel escrito y pegado al vidrio del local.
En ex Serrano 2135, el pequeño Borges fue criado por una institutriz inglesa, la señorita Tink. Su mundo eran los libros, aunque nunca tuvo real consciencia de las características de aquel Palermo de malevos y cuchilleros. Sin embargo, los retrató muy bien de grande con aquellos malevos cuchilleros que fueron los personajes de la mitología de sus cuentos.


Esa manzana donde antes vivía Borges, hoy lleva una placa en su esquina, justo enfrente del bar notable «El Preferido«. La misma en cuestión, también se encuentra sobre la pared de un gimnasio y queda perdida en la arista de la esquina, entonces el pasante mira hacia arriba y piensa «¿Qué es eso?». «Esa es la placa que da lugar e historia a la manzana donde vivió Jorge Luis Borges» , contesta un vecino. Digamos que todo se basa en una constante aclaración donde el pasajero se entera que el lugar tuvo su importancia hace años atrás a través de los relatos de vecinos, pero nada apunta a demostrar que en Borges 2135 vivió el talentoso escritor. Todo queda perdido en la nada misma del recuerdo y la explicación.

De este modo, enfrente, el Café notable El Preferido vive y rememora historias de un Borges que alguna vez pasó por allí, tomó un café con medialunas y leyó algún que otro libro mientras (tal vez) espiaba por la ventana o visualizaba recuerdos de unos ojos claros y pensativos. Todo subsiste es esa esquina que habita el recuerdo de un erudito al que le derribaron su casa como si fuera un paredón más. Sin embargo, se colman la boca hablando de las grandes obras de Jorge Luis Borges como si «sanatear» salvara la situación vergonzosa del olvido.

Por otro lado, casi la misma suerte sufrió la casa de Evaristo Carriego, esa que quisieron derribar tiempo atrás y que todavía hoy permanece en la calle Honduras. El personaje mitológico que fue protagonista de cuentos de Borges quedó frisado en una suerte de amenaza de exterminio pero en 2013, el Ministerio de Cultura adjudicó una licitación de «Ampliación, renovación y actualización de instalaciones de la Biblioteca llamada Evaristo Carriego». Sin embargo no fue nada fácil ya que los vecinos también tomaron parte en su lucha y pugnaron contra viento y marea para conservar el patrimonio de la casa de Evaristo.
En resumidas cuentas, los Gobiernos, en su hipocresía por demostrar que les importa el acervo patrimonial , hacen homenajes a los grandes hombres y mujeres de la cultura, pero a la hora de salvar sus inmuebles, miran para otro lado porque el peso del negocio, el acomodo y el dinero es más fuerte que perpetuar el arte infinito.