Transitando la segunda mitad del siglo XIX Buenos Aires, aún la Gran Aldea, era recorrida -polvareda mediante- por carretones, cascos cansados, bulliciosos vendedores ambulantes, gauchos, compadritos, cajetillas y hombres de la política. Hombres de sólidas convicciones y mirar lejano. Llegado el fin de siglo, una ansiosa Buenos Aires por urbanizarse fijó en Europa la vista y comenzó el proceso de creación de una nueva imagen para la ciudad.
Esta transformación toma definitivo impulso, sostenida por el carácter y las ideas de quien fuera el primer Intendente de la ciudad: don Torcuato de Alvear, quien entre una gran diversidad de proyectos urbanos, gestó la idea de trazar la actual Avenida de Mayo. Este hecho instaló gran controversia, sin embargo Torcuato de Alvear continuó con su propósito, ya que la obra era considerada indispensable debido fundamentalmente a 3 razones: facilitaría el tráfico comercial, favorecería las condiciones de higiene y embellecería la capital.
En 1882, Torcuato de Alvear envió una nota al entonces Ministro del Interior Bernardo de Yrigoyen, en la que le solicitaba la puesta en marcha de los estudios científicos preliminares para el desarrollo del que fuese luego el primer boulevard reglamentado de la ciudad.
Una vez firmado en 1883 el proyecto de ley para la creación de la Avenida, comenzaron los debates acerca de la orientación que se planeaba para la arteria que se trazaría entre la Plaza de Mayo y la de Lorea. Se plantea entonces la decisión de ordenar el trazado del boulevard,modelo del parisino, en 30 mts. por el medio de las manzanas para las calles Rivadavia e Hipólito Irigoyen, Bolivar y Entre Ríos. El área se expandiría hacia el oeste provocando así un nuevo conflicto respecto de la expropiación del sector.
La Avenida nació al ritmo de la resistencia de aquellos que se negaban a la demolición de sus propiedades. Algunas construcciones tenían solidez de centurias: así el ala izquierda del Cabildo y el edificio contiguo que había ocupado hasta años después del 80 la Jefatura de Policía y luego la Municipalidad. La mayoría de los propietarios de “las trece condenadas” manzanas que iban a expropiarse, pertenecían al patriciado de las familias porteñas, conservadoras de los patrimonios tradicionales.
En términos generales las medidas propuestas recordaban las del boulevar de parisino. Fijándose en 30mts. acorde al modelo de la Avenida de la Opera de Paris, destinándose 6,50mts. para las veredas y 17mts. para la calzada. Pequeños plátanos cercados con armazones de hierro adornaban la calzadas. Se previó además colocar mingitorios en el subsuelo de la calzada y en su centro; siguiendo el sistema de Londres (funcionaron hasta 1923). En las veredas de algunas esquinas se colocaron pequeños sótanos para los útiles de limpieza.
Respecto de la iluminación se decidió el uso de alumbrado a gas y eléctrico. El primero con grandes lámparas sobre columnas de bronce; tal cual el modelo parisino.
Se previó ademas la construcción de refugios de piedra de forma oval provisto de columnas para la luz eléctrica (también estos refugios fueron cuestionados por interrumpir el tránsito y provocar accidentes). Por expresa decisión de los propietarios de los inmuebles, la Avenida nunca fue recorrida por los tranvías.
Esto generó luego la necesidad de la construcción de un tranvía subterráneo, también siguiendo el modelo Metropolitano de Paris. Otro aspecto que despertó polémica fue la del tipo de pavimento, inclinándose luego por el formado por pinotea y granito de Tandil para los cordones. Respecto a los edificios que fueron levantándose, éstos debían obedecer a las normas establecidas y sus planos debían ser aprobados por la oficina de Obras Públicas de la Municipalidad. Por primera vez en la ciudad las construcciones debían tener una altura prefijada. Sin embargo, aún cuando se intentara una línea continua de los balcones, la influencia de la propiedad en manos de los particulares y la actuación de los arquitectos que proyectaron estas obras se manifiesta en una expresión libre que culmina en una multiplicidad de estilos particularmente rica y significativa.
Una vez sorteada una serie inaudita y constantemente renovada de problemas, se inauguró la Avenida el 9 de julio de 1894, dando comienzo al acto una procesión de 500 antorchas la noche de 8 de julio.
Así fue que a puro coraje se abrió camino esta opulenta avenida, que lleva en su devenir gran riqueza arquitectónica y que cambió de manera rotunda el diario vivir de los porteños y abrió un espacio comercial y festivo nuevo y de gran raigambre a la ciudad.´
Fuente: Asociaciòn Amigos de Av de Mayo