Por Gastón del Rio. ¿Cómo estás durmiendo? ¿Estás comiendo de manera equilibrada? ¿Estás haciendo ejercicio? ¿Te juntaste con tus amigos en el último tiempo? Preguntas que antes nos hacía un familiar, un amigo o tal vez un médico, ahora sabemos que pueden revelar mucho sobre nuestra salud mental.
Un estudio publicado en septiembre en la revista científica Nature analizó el impacto de siete hábitos saludables en el riesgo de depresión. Los investigadores, liderados por Barbara Sahakian, psicóloga clínica y neurocientífica de la Universidad de Cambridge, evaluaron a casi 300.000 personas en el Reino Unido, y concluyeron que quienes mantenían al menos cinco de los siete hábitos tenían un 57% menos de riesgo de padecer depresión.
Entre estos hábitos se destaca, en primer lugar, el buen descanso. Dormir de siete a nueve horas cada noche, en promedio, redujo el riesgo de depresión en aproximadamente un 22%, según el estudio mencionado. Sabemos que descansar bien incide en el estado anímico, la lucidez y el grado de “vitalidad” de una persona.
Algo parecido sucede con la alimentación, que también afecta el estado de ánimo. Esto no significa que la cura para la depresión esté en lo que uno ingiera, pero los alimentos producen sustancias y neurotransmisores que nos generan estados de bienestar. Cómo nos sentimos con nuestro cuerpo, a su vez, va a influir en la motivación y la percepción del mundo. Y allí entra en juego otro hábito fundamental para la mente: el ejercicio físico.
Otro estudio científico, publicado en la revista The Lancet, encontró que las personas que hacían ejercicio regularmente reportaban menos días de mala salud mental. La explicación es clara: la actividad física no sólo tiene un impacto desde lo biológico para reducir la ansiedad, el estrés y las tensiones, sino que promueve el disfrute. Más aún si se hace al aire libre, en conexión con la naturaleza y el sol, esencial para la vitamina D que tiene una incidencia directa en la producción de la dopamina, sustancia que nos genera sensación de bienestar.
Entre otros hábitos saludables que menciona el estudio de Cambridge figuran no fumar y reducir el consumo de alcohol. El impacto de estos factores en la higiene mental se relaciona con cómo se siente la persona físicamente, y cómo encauza la ansiedad o el estrés.
Los vínculos saludables también se ganaron un lugar en la lista de hábitos claves para la psiquis. Ya desde el año 2000 contamos con investigaciones que muestran que las relaciones sociales son un factor protector de amplio espectro para la mente. Necesitamos trabajar mucho en la promoción de los vínculos, tanto en niños, como en jóvenes y adultos mayores. Vivimos en la época de la fugacidad y parecería no haber tiempo para relacionarnos. Ya sabemos que una de las pandemias actuales es la soledad. Por eso, es fundamental cultivar las amistades y generar espacios para compartir actividades con otros, especialmente cara a cara, porque lo virtual no tiene el mismo efecto.
El último factor protector de la higiene mental tiene que ver con descubrir el sentido de la vida. Cuando una persona lo encuentra, por lo general, vive más feliz, está más motivada, y sobrelleva mejor la ansiedad y las dificultades. El autor Karl Jaspers decía: “Somos la causa que abrazamos”. Ayudar a las personas a encontrar su causa va a hacer que miren su existencia de un modo diferente.
La depresión y la ansiedad son los dos grandes males de nuestra era. Mantener hábitos saludables va a ayudar no solo a prevenirlos, sino a contrarrestarlos. Muchas veces, el gran desafío es poder “parar la pelota”, reflexionar cómo estamos viviendo y empezar a cultivar aquellos hábitos, para ir viviendo una vida cada vez más plena de sentido.
Faltan todavía muchas políticas públicas, campañas de publicidad y propuestas para acompañar a las personas en este camino. Pero por algo se empieza y hay que ir valorando cada granito de arena que posibilite y promueva la salud mental.
∗ Gastón del Río es Doctor en psicología, profesor en la Facultad de Ciencias Biomédicas de la Universidad Austral.