El alcohol es la sustancia psicoactiva más utilizada en todas las edades: según un estudio del Observatorio de Drogas de la SEDRONAR de 2017, el consumo entre los 12 a 17 años en ese año fue del 60,5% y entre aquellos que consumieron alcohol en el mes anterior, el 47% lo había hecho en forma excesiva y en más de una oportunidad.

¿Quién no insultó entre dientes o se reprimió al ver , en el parque o plaza del barrio, cómo los adolescentes borrachos tiran las botellas de alcohol por todos lados? La postal de esas mañanas de Sábados, Domingos o Lunes es mucho más que elocuente porque el césped y las flores se entremezclan con el botellerío sucio de la madrugada que pasó.
La locura desmedida de las botellas de bebidas en el suelo da toda la sensación que, los que estuvieron allí, vivieron una caótica borrachera fiestera y el sinnúmero de cantidades de bebidas con sus distintas marcas y diferencias es ilimitada. Aquí podrán encontrar desde botellas de fernet, vinos de todos los colores (blanco, tinto, rosado, dulce, Malbec, Sauvignon, etc). También hay grapa, caña, piña colada, cerveza, sidra, champagne, gin, wiski, coñac, vermut, y todo lo que a usted se le pueda ocurrir.
Por eso, así como ocurre en el barrio de cualquier ciudadano porteño, también sucede en el Parque Ferroviario, ubicado en el barrio de Palermo, justo el Soler y Godoy Cruz, donde antes estaba la villita donde era mejor no pasar por el miedo que suscitaba ante los vecinos. En cambio, ahora da miedo pasar por el parque debido a los grupos de ebrios que van a tomar allí.
De este modo, Foro de Baires registró algunas imágenes de dicho predio para que puedan visualizar el desastre que allí, el alcohol que los jóvenes consumen, deja como herencia cada mañana, cuando visitamos el parque. Por otro lado, otro tema no menos menor, son las pintadas que también aparecen en el lugar. Así, también registramos cómo un empleado municipal intenta descascarar la pintura negra de las paredes del Parque Ferroviario, y cabe resaltar que ahora no hablamos de Arte Urbano sino de desprolijidad y dejadez urbana.
Sin embargo, es importante destacar que según la Sociedad Argentina de Pediatría, con los primeros consumos de alcohol, los menores buscan pertenecer al grupo, no ser excluidos, y la presión social ejerce una labor importante. Una vez conocidos los efectos, buscan la desinhibición, aumentar la interacción social. Son solo algunas de las conclusiones del ‘Estudio sociológico cualitativo sobre el consumo de alcohol y cannabis entre adolescentes y jóvenes’, elaborado por la sociedad científica Socidrogalcohol. Y la edad a la que empiezan a beber en busca de esos efectos es un indicador preocupante. El estudio ‘ESTUDES’ de 2016 —el último que se ha publicado— revela que en nuestro país el consumo empieza de media a los 14 años. Y más del 50% de los menores de entre 14 y 18 años reconoce haber asistido a un botellón el mes anterior a la encuesta.
● Los especialistas afirman que la cuarentena contribuyó a una disminución del consumo del alcohol entre algunos de los adolescentes, aunque otros por aburrimiento o por compartir con pares iniciaron o aumentaron su consumo, sumado a otras sustancias como cannabis y psicofármacos. El modelo consumista de alcohol por los adultos en búsqueda de tranquilidad o bienestar, complejizó la mirada de su consumo en las diversas etapas de la vida. Mientras que una mayor relajación en los cuidados durante el verano podría propiciar conductas abusivas.
● Compartieron y desmintieron también desde la SAP, 16 Mitos muy instalados en la población respecto del consumo de alcohol.
Si bien la cuarentena y el ‘Distanciamiento Social Preventivo y Obligatorio’ indirectamente contribuyeron a la disminución del consumo de alcohol en los adolescentes, ya que la mayoría permaneció en sus casas con un entorno familiar de mayor contención y/o control, la llegada de las vacaciones abre un gran interrogante sobre cómo será el comportamiento de ese ‘consumo contenido’. Por eso, desde la Sociedad Argentina de Pediatría insistieron en la recomendación de ‘Cero alcohol’ hasta los 18 años de edad, compartieron una serie de recomendaciones y advirtieron sobre los riesgos asociados a la ingesta excesiva de alcohol, sobre todo en los menores de edad. “La adolescencia es una etapa de experimentación, de sensación de omnipotencia, de búsqueda del riesgo y de cuestionamiento de las normas. En ese contexto, el alcohol es la droga de más fácil acceso para niños y adolescentes, mientras que la percepción de riesgo asociado al consumo de alcohol es la más baja entre todas las sustancias adictivas”, sostuvo la Dra. Graciela Morales, médica pediatra especialista en Adolescencia, Secretaria del Grupo de Trabajo en Adicciones de la SAP
Así, el consumo de alcohol en la adolescencia interfiere con el crecimiento, la nutrición y el desarrollo de la personalidad. Las bebidas alcohólicas modifican el ánimo, la memoria, el pensamiento, las sensaciones y la voluntad. Su consumo aumenta las posibilidades de sufrir un accidente al realizar actividades tales como deportes, conducción de motos y/o autos, y hasta las salidas recreativas con los amigos. Al tomar alcohol en pequeñas cantidades, esta actividad depresora suele generar una sensación de liberación, relajación e incluso de alegría; pero al aumentar la dosis, puede producir una falsa sensación de estimulación debida al progresivo entorpecimiento de las funciones superiores. Y en dosis mayores llega la embriaguez, caracterizada por alteraciones del comportamiento, reducción de la facultad de autocrítica, mala coordinación de los movimientos y alteración de la capacidad perceptiva y, si la depresión del sistema nervioso es intensa, puede llegar hasta el coma etílico. “Los efectos sobre cada individuo dependen de diversos factores como la cantidad total bebida, en cuánto tiempo se ingiere, el peso corporal, el género, la edad, el humor o el estado de ánimo, el ambiente en el que se consume y la administración de medicamentos o de otras drogas, explicó la Dra. Morales.
El consumo de alcohol en la adolescencia se diferencia del de los adultos con consumo crónico, diario, porque incluye un patrón de consumo excesivo, pero centrado generalmente en tiempos de ocio, como los fines de semana, dando lugar a nuevas problemáticas como los cuadros de intoxicación. La intoxicación aguda produce náuseas, vómitos, dolores de cabeza, mala coordinación psicomotriz, y puede llegar hasta el coma y la muerte. “Por eso nuestra especial preocupación en las épocas de vacaciones, donde el fin de semana es permanente y los chicos tienden a beber cantidades abundantes en breves períodos llegando a padecer alcoholemias elevadas”, señalaron desde la SAP.
“Debemos comenzar desde pequeños a formar en nuestros hijos el juicio crítico, a obtener habilidades para la resolución de conflictos y en el manejo del enojo, habilidades de comunicación asertivas, autonomía gradual a través de fomentar responsabilidades de acuerdo con la edad, dialogar con énfasis en la escucha, enseñarles valores, educar con límites y, por sobre todo, recordar que el ejemplo es valioso: si los padres consumen en exceso, es difícil exigirle al adolescente que no lo haga”, concluyó la Dra. Morales.
Algunas recomendaciones:
Las reuniones con amigos post brindis familiar volverán.
Durante estos meses de encierro, los adolescentes se han adaptado a la falta de contacto con
sus pares y con sus docentes, a utilizar más tiempo las pantallas, a compartir con sus padres y/o
hermanos el espacio (a desgano), a ver disminuida su privacidad.
Los mismos síntomas del aislamiento social como la desorganización, la dificultad para
concentrarse, el sentimiento permanente de aburrimiento son disparadores permanentes de
consumo de sustancias en este grupo etario.
Es lógico pensar entonces que al empezar a salir con sus amigos comiencen o continúen
consumiendo, especialmente alcohol.
No podemos prohibirles que salgan, debemos confiar en ellos.
Armar redes saludables entre los mismos padres, tomemos conciencia para que los chicos no
tomen riesgo. Esta es la ecuación.
Buscar información suficiente y sólida para contrarrestar lo mucho que los chicos saben
respecto de las sustancias desde una mirada omnipotente y sectorizada.
Pensar estrategias para que las fiestas puedan ser seguras, y no negociar lo innegociable, la
salud de los chicos.
Detectar “líderes positivos” dentro del grupo de chicos y fortalecerlos para que puedan, ellos
también desde adentro del grupo, transmitir conciencia.
Fuente de investigación. Sociedad Argentina de Pediatría