Uno camina por Buenos Aires y tiene toda la impresión que este mundo de bocinas, luces, gritos y ruidos de los bares con la música alta al más alto volumen, es una situación irreversible de total locura donde , los habitantes del barrio, lo pagamos con salud. Por eso, están esos parques , predios y plazas ideales para la distención.
En el caso particular del palermitano, el regocijo queda en el aislamiento de un sitio aparatado y lejano, pero no tanto, como es el caso del Lago del Rosedal de Palermo.
Aquí, la belleza del hombre con sus pinceladas se combina divinamente con la fuerza hermosa de lo natural.
Por eso, el Puente de los enamorados. las rosas, los aliscafos, las aves y aquellos animales que visitan el lugar, forman parte de esas pinceladas oportunas de su lienzo.