Palabra maravillosa como así también mágica, deseamos sentirnos amados, queridos y a la inversa amar a quienes nos rodean. Por momentos olvidamos que en primer lugar debemos aprender a amarnos a nosotros mismos. Entiendo que no resulta sencillo interpretar dicha teoría tampoco imposible, si no partimos de este punto jamás avanzaremos. Debemos mimarnos, darnos seguridad, sentirnos capaces de atravesar la circunstancia que se nos atraviese.
Ser prudentes amar al prójimo sin ahogarlo, permitiéndole su espacio al igual que nosotros lo deseamos, el presionar a nuestros seres queridos no conduce a nada. Los aleja en vez de acercarlos, dado que desean realizar su vida sin sentirse reprimidos.
Hay casos en que cual fuese nuestro comportamiento hacia ellos, forman su familia adoptando como propia la familia de la esposa, por dar un ejemplo, quedando nosotros a un costado. Salvo que aceptemos adoptar también a esa nueva familia, tolerando como así también aceptando, que cada evento que se produzca se lleve a cabo no solo con ellos, sino también en su casa.
Aún nuestras celebraciones si deseamos compartirlos con nuestros hijos debemos adoptar tal postura, puede que alguna vez aceptemos. No obstante en mi caso particular pude haber aceptado alguna vez, sumándole navidades como así también comienzos de año, cumpleaños de nietos, etc.
Hasta que luego de trece años que han transcurrido puse límite a tal situación haciendo saber que tengo una vivienda en la que se pueden llevar a cabo las reuniones. No obstante como son un clan en la que manda la MADRE y el resto tan solo obedece, los pollitos acuden a su llamado.
Visto de cerca se asemeja a un pulpo en la que desliza sus tentáculos adueñándose de su familia. Aclaro que es una situación incómoda y por qué no dolorosa, más aún cuando uno tiene un hijo dentro de ese ámbito. Aceptando que ese hijo no tiene el carácter debido para compartir las reuniones con ambas familias. Todas esas personas que corren a ese llamado tampoco son felices dado que acuden ya que de no hacerlo se sienten culpables.
Aun así siempre nos rodeamos de alguien que nos ame y amar al otro provoca una paz la que no se puede expresar con palabras.
Mercedes Giangrande













