Por Mercedes Giangrande. Decimos que nos encontramos preparados para que nuestros hijos vuelen, lo repetimos, se lo expresamos cada vez que la ocasión lo permite. Dejamos en claro que pueden continuar viviendo en el hogar que compartimos, no obstante si desean independizarse la experiencia será positiva. Mientras conversamos sobre el tema lo llevamos a cabo con total naturalidad, no nos imaginamos cómo nos sentiremos el día que la charla se convierta en realidad. La alegría es inmensa dado que entendemos que es un logro para ellos. Así mismo el nudo en la garganta es inevitable.

No a todos nos pasan las mismas ideas por la cabeza, no podríamos adivinar qué piensa cada uno. Cada persona reacciona como puede, ante la decisión que se ha concretado. Es una mezcla de sentimientos encontrados los que de a poco se irán acomodando.
Debemos trabajarlo dentro de nosotros, a la búsqueda de comprender que cada persona necesita su espacio. Sumándole que los hijos no son de nuestra propiedad. Por lo tanto tienen vida propia, como tal se merecen desarrollarla.
Aceptando de nuestra parte: que necesitan tiempo para acomodarse en su nuevo hogar con la finalidad de acomodarse, de adaptarse en su nuevo espacio.
Deseándole desde nuestro corazón que sean muy felices, cumpliendo todos sus proyectos.