Según autores, la música es “el arte de combinar los sonidos de la voz humana o de los instrumentos, o de unos y otros a la vez, de suerte que produzcan deleite, conmoviendo la sensibilidad, ya sea alegre, ya tristemente.” Así, el canto, el sonido de una guitarra o un violín, de una orquesta de música o un grupo de rock… todo es música.
Desde la antigüedad la música se ha considerado como un arte. Es un código, un lenguaje universal, que está presente en todas las culturas de la historia de la humanidad. Curiosamente, los signos jeroglíficos que representaban la palabra “música” eran idénticos a aquellos que representaban los estados de “alegría” y “bienestar”. Y en China, los dos ideogramas que la representan, significan “disfrutar del sonido”. Por lo tanto, hay una gran coincidencia en relación a los significados sobre lo que es la música, que ha perdurado a lo largo del tiempo, donde predominan las sensaciones agradables y placenteras que produce.
¿Afecta la música a nivel emocional?
¿Quién no ha experimentado en alguna ocasión cierta emoción mientras escuchaba música? El sonido y la música nos producen emociones, y éstas, modifican nuestra fisiología, nuestras hormonas, alteran nuestro ritmo cardíaco y pulsaciones. Existen multitud de momentos en los que utilizamos la música, ya sea de forma consciente e inconsciente.
La música se empleaba en la antigüedad para animar a guerreros y cazadores. Incluso, en el cine se utiliza como medio para multiplicar los efectos de determinadas escenas, convirtiéndose en un código indispensable para la caracterización emocional del guión y las situaciones.
Nuestro estado de ánimo, muchas veces se ve reflejado por el tipo de música que escuchamos o entonamos. Una canción triste puede inducirnos a un estado melancólico, mientras que una canción alegre puede excitarnos y proporcionarnos unos minutos de felicidad. Al igual que una música suave y armónica nos acompaña en nuestros momentos de relajación y estudio o una música rítmica nos estimula mientras hacemos ejercicio.
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Patricia Nùñez Vega