Allí, donde pasa el tren y al costado donde comienza el Rosedal, se vislumbra un predio en forma rectangular que posee pequeños muros a lo lejos. Los mismos, no son nada más ni nada menos que un sentido homenaje a las victimas del atentado contra la embajada de Israel en 1992.
Consta de un amplio espacio verde recorrido por caminos de granza roja que desembocan en un círculo central de cemento, adornado perimetralmente con siete árboles que simbolizan las siete llamas de la Menorah, uno de los rituales tradicionales del judaísmo.
El predio posee un muro fragmentado en dos partes. Una de ellas se levantará con 29 piedras, la cantidad de víctimas fatales del atentado contra la embajada de Israel en 1992, mientras que la otra parte será montada con otras 85 piezas por el número de personas que perdieron la vida en el ataque terrorista contra la sede de la Amia en 1994.