Por Mercedes Giangrande. Por lo general me refiero a las dificultades que atravesamos los ciudadanos en general. En esta ocasión hago referencia a un núcleo más reducido del barrio de Palermo.
Contamos con la posibilidad de tener recicladores como así también contenedores de residuos y cestos en las esquinas. Los que se desocupan todas las noches, se higienizan y luego son visitados metafóricamente hablando para inspeccionar su estado de higiene.
Sin dejar de lado al personal que a diario transita por las calles levantando todo aquello que haya quedado, más aun si está anunciado mal tiempo. Evitando la posibilidad de tapar algún desagote o rejilla alternativa.
Todo lo mencionado lo compruebo a diario en los paseos que hago por el barrio. Además si la limpieza de la ciudad está tan bien organizada, ¿por qué resulta tan difícil de nuestra parte o de quienes recorren los contenedores a la búsqueda de elementos que le puedan ser útiles? Dejarlo o al menos intentarlo en el estado que lo encontramos, sin la necesidad de desparramar todo aquello que no les resulte interesante.
Quedando la vereda cual una alfombra repleta de objetos los que atraen insectos, más la llegada de las palomas con la finalidad de alimentarse. Como así también provocándonos una caída, si es que no estamos atentos ante semejante suciedad.
Remarcando que en un fin de semana largo todos tienen derecho a descansar, sin estar al tanto de quienes se ocupan de la limpieza de este sector de la ciudad o en qué horario pasarán. Aun así todos debemos cuidar: tanto quienes arrojamos los residuos y saber cómo y en dónde depositarlos. Como a quienes les resultan útiles. Una vez más debemos aprender a cuidar nuestras veredas.