El Café Cortázar ofrece una variada carta con picadas, tortillas, sándwiches, platos calientes, panes caseros, cerveza artesanal, vinos y aperitivos, entre tantas propuestas gastronómicas y tragos.
En la intersección de la calle Cabrera y la Avenida Medrano, la mirada de Julio Cortázar interpela a los que llegan e invita a descubrir un poco de su mundo. Ese mundo sintetizado en dos pisos de una vieja casona de 1889, unidos por una escalera de madera, con aires de París y también de Buenos Aires. Con carteles que recuerdan a los cafés tradicionales de otras épocas y donde, por todos lados, está él.
☕ Lunes a lunes de 8 a 2 am sin reserva
Delivery | Rappi y PedidosYa
Take Away | Pedidos al 1123394901
Un Café en el que Julio podría haber estado
Entre las diferentes actividades que se realizan en el Cortázar destacan los talleres, que siempre intentan cruzar al escritor con alguna disciplina como cine o fotografía. De todos modos, los que han tenido más éxito y debieron repetirse a pedido del público han sido los referidos a Rayuela.
El espacio también cuenta con un asesor de lujo: Lucio Aquilanti, el mayor coleccionista de la obra de Cortázar en el mundo. Durante 30 años se dedicó a buscar, investigar y documentar todo lo hecho por el escritor y plasmó eso en un libro que registra desde lo más pequeño hasta lo más grande. Ese trabajo también está en la biblioteca del Café. Aquilanti decidió donar toda su colección de Cortázar al tesoro de la Biblioteca Nacional, para que los investigadores pueden tener acceso a ese material.
Así, este lugar recibe tanto a los que buscan un sitio para leer, trabajar, estudiar, escribir, festejar un cumpleaños, hasta escuelas que quieren conocer más sobre el escritor y van a realizar actividades, incluyendo a un grupo de jugadores de backgammon, de entre 60 y 70 años, que todos los martes a la noche se reúne a disfrutar de una partida.