Por Mercedes Giangrande. Pensamos en un viaje, en una salida distendida, de esparcimiento, a la espera de pasar un día radiante. Como de costumbre con todas las ilusiones para concretar un paseo magnífico. Luego de varias ideas decidimos realizarlo en barco, una hazaña espectacular para todos aquellos que hasta el momento no lo llevamos a cabo.
Nos asesoramos de los elementos que debemos llevar, teniendo en cuenta que no es igual a un día de campo. Por lo tanto nos acercamos a quienes tienen experiencia en este plan, considerado por nosotros una aventura indescriptible.
Mientras nos dedicamos a los preparativos, nos enteramos a través de los medios que se realizan fiestas en barcos, las que no resultan novedosas. Dado que al menos en películas las hemos podido apreciar, sin interiorizarnos hacia donde apuntaba el final.
No obstante estamos al tanto que en una de estas tantas fiestas, lejos de las películas, en donde todo se desarrollaba con alegría como así también seguridad un joven ingresó a la misma. Sin lograr retirarse de ella. Debido a que en el transcurso de la misma éste se cayó del barco.
Cómo entenderlo, aceptarlo, cuántas preguntas quizás sin respuestas, se dirá que nacemos con el destino marcado. No cabe duda que el joven también debe haber asistido con las mismas ilusiones con las que nosotros proyectamos nuestro paseo.
Sin embargo el final se asemeja a las películas que se desarrollan dentro de un barco en medio de una tormenta indomable. La que se apodera de la situación, no obteniendo un final feliz.