Alejandro Ferreiro Alias «Pechito» sigue presente frente a la puerta del Banco Francès, en Scalabrini Ortìz y Santa Fe. Su cara intacta estampada està allì pegada ante los transeùntes. Todavìa se escuchan sus canciones, cuando Alejandro interpretaba los temas de Nino Bravo frente a un improvizado micròfono malo. Pechito se sentaba junto a sus perros, que eran sus hijos a los que tanto amaba, y gritaba desafinando «Amèrica», «Noelia», y otros grandes èxitos de Nino Bravo. Su fanatismo y posesiòn creacaba risa entre la gente pero no eran risas burlonas sino, màs bien, còmplices.
Alejandro era uno de esos hombres que, al principio molestaba en la cuadra pero que, con el tiempo, se hizo querer. Ni què hablar los piropos que esbozaba cuando caminaba por allì alguna chica del lugar.
Amante de los animales, se protegìa del frìo con sus mantas sucias y sus queridos perros. El màs grandote de ellos, fue abandonado por una mujer de buen pasar, que entendiò que su mascota le molestaba. Por ello, allì se hizo cargo Pechito del enorme can gris al cual tratò como su hijo y amigo.
El alcohol y la droga fueron un camino de ida sin retorno, cuando Alejandro comenzò a caer sin remedio.
Todos sabìamos que Pechito «estaba jugado» pero su vida estaba anclada en la calle y eligiò el barrio de Palermo para quedarse hasta casi sus ùltimos dìas de su vida. Aunque dicen algunos que a Alejandro, se lo vio deambular por alguno que otro lugar de Buenos Aires antes de morir. La droga lo cosumiò.