Por el bien de la ciencia, durante el verano de 2017 un grupo de 90 voluntarios se embarcó en un arduo experimento. Su cometido: beberse dos pintas y media de cerveza y cuatro grandes copas de vino. Estas personas se emborracharan considerablemente, como es natural, y los investigadores aprovecharon para investigar la aparición de la resaca, un conjunto de síntomas cuyo origen todavía esconde considerables secretos.
Los resultados de los experimentos, que se acaban de publicar en la revista American Journal of Clinical Nutrition, echan por tierra una leyenda urbana bastante extendida: esa según la cual se puede reducir la resaca bebiendo cerveza antes que vino pero no al revés. Los investigadores han confirmado que no es así, y que la resaca del día después es directamente proporcional al nivel de borrachera que se alcanza el día de antes. Por tanto, han asegurado, lo más sensato es escuchar las propias sensaciones y no castigar al organismo en exceso.
«Al usar vino blanco y cerveza, no hemos encontrado ninguna prueba de que beber cerveza antes que vino te vaya a dar una resaca más moderada que en el otro orden», ha dicho en un comunicado Jöran Köchling, investigador en la Universidad de Witten/Herdecke (Alemania) y primer autor del estudio. «La verdad es que beber demasiado de cualquier bebida alcohólica te va a llevar a tener resaca. La única forma fiable de predecir cómo de miserable te sentirás al día siguiente es cuánto te has emborrachado o si te encuentras mal. Por eso deberíamos prestar atención a señales de peligro mientras bebemos».
La terrible resaca
En efecto, mientras bebemos todo va bien, hasta cierto punto. Pero, al día siguiente, el cuerpo entero protesta por haber sufrido tamaña intoxicación etílica. Parece ser que, junto a una intensa deshidratación, el cuerpo sufre alteraciones en la respuesta inmune, en el metabolismo y en las hormonas. Aparece dolor de cabeza, náuseas, un cansancio extremo, sensibilidad a la luz y a los sonidos y aumenta la frecuencia cardiaca. Por si fuera poco, nos sentimos deprimidos, ansiosos e irritables.
Por eso no sorprende que la resaca sea reconocida como un importante agente capaz de reducir la productividad laboral y el rendimiento, así como actuar como un factor de riesgo en ciertas tareas, como conducir o manejar maquinara pesada.
Por este motivo, los investigadores, dirigidos por Jöran Köchling, quisieron averiguar si acaso había algo de cierto en el dicho popular según el cual, en el caso de mezclar, es mejor beber primero la cerveza antes que el vino.
La mayoría del alcohol que ingerimos se metaboliza en el hígado y el primer subproducto de ese proceso es el acetaldehído. En general, con una ingesta moderada, rápidamente el hígado lo convierte en otros productos que finalmente se eliminan. Pero si tomamos de más, nuestro pobre hígado no da abasto y empieza a acumular acetaldehído, lo que produce síntomas como sudoración, enrojecimiento de la piel, náuseas y vómitos (ver este y este estudio). Ciertas personas (en particular de origen asiático) metabolizan más lentamente el acetaldehído por una cuestión genética y no solo sufren resacas más severas sino que se ponen completamente colorados luego de beber. Fuente: ABC.