Por Mercedes Giangrande. Los argentinos deseamos brillar dado que contamos con un país que desde sus raíces obtiene todo lo necesario para lograrlo. No obstante por momentos la mano inconscientemente del hombre lo destruye. Prosperidad: término que hace ruido sin embrago con esfuerzo se puede alcanzar. Paz: el deseo interno de todo ciudadano. Pensamientos positivos, poniendo en ellos toda nuestra mejor energía.
Por momentos todo resulta ambiguo torciéndonos el camino elegido, con un tinte de austeridad, la que intenta empañar nuestros planes. Provocándose un silencio el que nos conduce a replantearnos nuestros anhelos, desde la sinceridad. No por ellos nuestros ideales son suntuosos, tan solo necesarios.
Desde el afuera nos llega la complicidad de quienes no están de acuerdo en consecuencia intentan destruirnos. Aun así no se lo permitimos. Nos colocamos en el lugar de únicos como así también útiles, impidiéndoles que avancen.
Tenemos el derecho de ambicionar todo aquello que soñamos desde hace tiempo, nada fuera de lugar. Ya que como analíticos que nos consideramos, lo estudiamos paso a paso. Nuestra lucha es incesante, por lo tanto tenemos fe de que ésta concluirá.
No bajaremos los brazos, atentos a todo indicio que nos anuncien. Más allá de que la justicia exista o no, no hay derecho alguno a que los ciudadanos paguemos las desprolijidades que se vienen desarrollando por diferentes gobiernos desde años atrás.
La frase de que nada se resuelve de un día para otro, resulta agotadora, dado que esos días que mencionan son interminables. Como en otras ocasiones he mencionado colaboremos todos en esta mejora. De arriba hacia abajo y no siempre a la inversa.