En la intersección de las calles Aráoz y Honduras, se pintará un mural en homenaje al gran poeta entrerriano Evaristo Carriego. Artista quie, al llegar a Buenos Aires, vivió y transitó las calles y veredas de Palermo. Hoy, en su honor, se perpará esta recreación en plena esquina palermitana.
Evaristo Carriego durante su niñez se trasladó junto a su familia al barrio de Palermo (barrio de compadritos) en Buenos Aires (calle Honduras entre Bulnes y Mario Bravo). La suya es, desde entonces, una existencia lineal, sin exabruptos, sin hitos memorables. Vivió de ciertos cariños íntimos, del amor de una muchacha muerta, de los amigos seguros. Visitó redacciones y revistas, anarquistas algunas -anarquizantes, como se autoadjetivaría Carriego en un relato-, como La Protesta. Allí conoció a Juan Más y Pi, quien, junto con Marcelo del Mazo, será un amigo cercano y comprensivo. Son años de discusiones sobre las ideas importadas y la literatura que se está haciendo: “…el centro aquel tan curioso -dice Más y Pi-, que se constituía en la redacción de La Protesta, que era entonces, un diario anarquista simple de ideas, donde se hacía más literatura que acracia, y donde el encanto de una bella frase valía más que todas las aseveraciones de Kropotkin o de Jean Grave”.
Se inició masón el 3 de julio de 1906 en la Logia Esperanza Nº 111 junto con Florencio Sánchez, autor de M’hijo el dotor, creador del término “Canillita” para designar a los vendedores de diarios
Evaristo Carriego.
Carriego vivió en Buenos Aires con la seguridad de ser poeta y la urgencia del reconocimiento: “Imponía sus versos en el café -dice Jorge Luis Borges en la obra citada-, ladeaba la conversación a temas vecinos de los versificados por él. Participó, con sus urgencias, del ambiente literario de la primera década del siglo XX, frecuentó los cafés famosos, se desveló hasta la madrugada en las reuniones de escritores, pero se iba alejando lentamente, como volviendo hacia un centro único de interés: “En vez de amplificar más cada día su campo de observación -añade Jorge Luis Borges-, Carriego parecía complacerse en reducirlo. Me basta con el corazón de una muchacha que sufre, dijo cierto día en el ardor de una discusión”. Su vida se constituyó así como su poesía, con elementos primarios y simples y fue vida breve: muere el poeta, a los 29 años, el 13 de octubre de 1912, tísico.
Publicó su primer libro de poemas, Misas herejes, en 1908. Comienza su vida poética con inevitables influencias que se delatan ya desde el título: ecos del satanismo de moda, de raíz baudelairiana, en esa reducción ad absurdum del misticismo por la paradoja, misas y herejes. Casi todo es herencia y retórica de escuela en este libro, dividido en 5 secciones, de clara tendencia modernista. Luego vienen El alma del suburbio y La canción del barrio en la cual operan todos los arquetipos que constituirán su mitología personal y porteña tanguera, donde destacan los guapos, los cafés, el barrio, etc. Todos ellos publicados póstumamente. Una calle de la ciudad de Buenos Aires2 en el barrio de Palermo, la “Milonga carrieguera” de María de Buenos Aires de Piazzolla y un tango compuesto por Eduardo Rovira3 llevan su nombre en su homenaje.
Fuente biografía: Wikipedia.